lunes, 21 de febrero de 2011

CRÓNICA DEL VIAJE EN BICICLETA HASTA MEDINA DEL CAMPO DESDE VALLADOLID

Quedandome ya menos de dos semanas para ir en bicicleta hasta Salamanca desde Valladolid, en dos días, ida y vuelta, y hacerme más de 280 km por carretera. Para poder preparar mi cuerpo ante tal sufrimiento voluntario e inevitable, he decidido este pasado sábado 19 de febrero de 2011 ir a Medina del Campo, pueblo de Valladolid. Para ello he cogido la dirección sur-este atravesando la carretera vallisoletana que pasa por la zona de Covaresa. Para ello cogí la carretera autonómica de primer orden número 610. En mi viaje pase por los siguientes pueblos: Villanueva del Duero, Serrada, La Seca. Encontrando al llegar a Medina del Campo al oeste, en el punto de entrada a la población una carretera que me conducía a Peñaranda de Bracamonte. El pueblo que me conducirá a Salamanca. Sin embargo me encontré con una carretera que me conducía según vi, a una autovía del pueblo. Espero que simplemente fuera un desvío, debido a que la carretera que me debe conducir a al pueblo para posteriormente ir a Salamanca, la debería haber encontrado al final sur del pueblo de Medina del Campo. Solo espero que halla sido una confusión por una mala percepción debido a las malas condiciones meteorológicas que me acompañaron durante la ida a Medina del Campo. Por ello paso en el siguiente párrafo a describirlas así como comentarios añadidos sobre mi viaje.

CONDICIONES METEROLOGÍCAS Y COMENTARIOS SOBRE EL TRAYECTO

Salgo de Valladolid sobre las once pasadas del mediodía. Me hacía una temperatura entorno a los nueve grados positivos. El cielo estaba nublado con nubes precipitacionales de intensidad media. A raíz de ello comienza a llover, y acto seguido me pongo el chubasquero. Pero viendo que la lluvia es escasa y que la prenda me molesta, decido guardarla en la mochila y seguir con la térmica.

Al salir oficialmente de Valladolid en dirección sur-este por la carretera autonómica de primer orden (CLN 610) me empieza a soplar un viento de frente. Según voy ligeramente por el pinar, me sopla, no llueve. Miro al cielo y por un buen rato tiene pinta de que se despejará.

Al pasar por Villanueva de Duero, un pueblo escasamente a veinte kilómetros de Valladolid, me topo con la primera cuesta que subo y sigo pedaleando tras pasar por un puente. A medida que voy avanzando la vegetación del pinar va desaparaciendo y me voy internando por campo, por cultivos y pasando por fábricas de piensos así como de otras materias.

Paso por Serrada, un pueblecito que sigue a Villanueva del Duero, con no mucha población. Al tener una bajada, descanso un poco a medida que voy bajando por la carretera sin pedalear. Al salir de Serrada el viento comienza a soplarme con fuerza.

Se mantiene la fuerza del viento pasando por la Seca en dirección hacía Medina del Campo. Ocasionalmente me encuentro con subidas que me cuestan bastante pedalear debido a que me cuesta mucho avanzar por el viento. Me suelo cabrear con facilidad y maldecir al tiempo vallisoletano. Pero he de seguir. Alguna que otra vez pienso en darme la vuelta, pero si fallo en este paseo con la bici, no hay duda que fallaré en Salamanca dado que climaticamente cuando vaya será marzo, y se incrementan las probabilidades de lluvia y viento. Así que tiro como puedo, amargado, dado que al sentir constantemente el azote del viento en la cara, lo paso francamente mal, y más teniendo en cuenta que presento resistencia a tal fenómeno pedaleando más rápido.

Al situarme a diez-quince kilómetros de Medina del Campo, no contento con el viento, me comienza a llover con tal magnitud que termino por empaparme. Incremento la velocidad de pedaleo, y en ocasiones llego a notar algo de granizo, tal vez por la fuerza con la que cae la lluvia que me araña la cara. Me niego a ponerme el chubasquero, no he de perder tiempo ni tampoco parar, perdería el ritmo y con ello el calor corporal emanado del esfuerzo.

Llego a Medina del Campo sobre la una en punto del mediodía. He recorrido cuarenta y cinco kilómetros en apenas dos horas presentando las condiciones climáticas descritas en los párrafos anteriores. Me acerco a un bar, dejo la bici y entro. Me tomo un café para entrar en calor, fumo un cigarro que no volveré a fumar hasta pasadas cinco horas después. Y posteriormente salgo con la bici y me interno en el casco histórico del pueblo. Saco fotos a su plaza mayor con su ayuntamiento, a algunas iglesias, así como alguna que otra foto en la que salgo frente a esos edificios. Entonces decido ir al castillo ubicado en lo alto de una colina, ciertamente complicado de acceder por las callejuelas por las que me he de meter. Al final consigo llegar. Me hago fotos y lo visito un poco por dentro. Me siento orgulloso de tenerlo ante mis ojos. Un templo consagrado a la hispanidad, un monumento a la grandeza de esta tierra castellana. Me siento un aventurero, un viajero por las tierras de mi patria. Es increíble contemplar las gigantescas almenas tan de cerca, es como si pareciera que de un momento a otro van a surgir guerreros medievales asomándose por las ventanas. Me hace gracia porque de pequeño hice un escrito sobre ello, sobre los tiempos de miseria medieval en los que debido a las constantes guerras que había entre los señores feudales, la población vivía y se refugiaba dentro. La vida es curiosa por las coincidencias que da.

Pasados esos felices momentos decido volver a casa. Serán las dos y media. Pierdo media hora más para salir de Medina del Campo debido a que me he de desorientado por el cansancio y por la distracción. Al final tras preguntar a sus buenas gentes, me interno en la carretera que me ha conducido hasta el pueblo, la de antes. Me hace buena temperatura y ya no llueve, al contrario, me llega a hacer sol. Cosa que celebro con mucho goce dado que es cuando en la ida, voy a tener riesgos de flaquear de fuerzas.

Mi viaje prosigue volviendo a pasar por los pueblos citados. Durante el trayecto me ocurre que de haberse nublado con fuerza, con nubarrones grises. En la soledad de la carretera, al mirar al cielo, noto como si el gran Sol luchara por abrirse y desquitarse de los nubarrones. Entonces siento una llamada que me incita a detenerme y a mirarle. Es como si supiera de mi viaje y me mirase a mí, se hubiera mostrado por esa razón. Mi martillo de Thor me brilla, un símbolo pagano que siempre llevo con migo colgado a mi cuello y que nunca me quito, porque creo en la naturaleza, en los espíritus y energías de la tierra. Y fruto de esa llamada decido inmortalizarla en una foto para dar testigo a los demás de que hay vida más allá de las ciudades, una vida, una fuerza energética y espiritual que solo se capta cuando el ser decide adentrarse en su soledad por caminos, que aparentemente solo son caminos, pero que en realidad, cuando el ser se libera de todo, esos caminos brillan, y las esencias desconocidas, imperceptibles en la vida mundana, se le aparecen.

Tras esto, prosigo mi viaje hasta llegar por fin a Villanueva del Duero. Apenas me quedan veinte kilómetros, llevo sin comer desde las nueve de la mañana, y son las cuatro en punto. Noto como mi estomago se comprimiera, como queriendo comerse a él mismo. Entonces viendo la situación, en mitad del trayecto, sin pararme, meto la mano derecha en la mochila de mi espalda, y lentamente y con precaución al sujetar la bici con una sola mano, lo voy sacando. Es un pequeño bocadillo de lomo y queso fuerte de oveja, algo que me encanta. Reduzco durante diez-quince minutos la velocidad para comermelo. Pasado eso, decido seguir como he venido, a sprint, al máximo rendimiento.

Al final llego a Valladolid por Covaresa, me mareo, noto que mentalmente no puedo más, que me voy. Así que decido ir más deprisa si cabe, doliéndome muchisimo las piernas, por el carril bici, pasando por Vall-Sur. Me interno en el paseo Zorrilla y así hasta mi casa. Encima al tener una pequeña subida antes de llegar a ella, ya llorando del dolor tan grande que estoy soportando. Decido bajarme de la bici, agarrar el eje de manillares con la mano derecha, y subir la cuesta corriendo al máximo. Tanto es así que noto que me desvanezco, pero trato de aguantar con las pocas fuerzas que me quedan. Al final llego a casa...

Conclusión: Para ir a Salamanca voy a tener que salir temprano, aún no he fijado el día de salida, será en carnavales. Voy a tener que ir a un ritmo suave hasta la mitad del trayecto entre Peñaranda y Medina del Campo. Entonces sera ahí cuando me queden menos de sesenta kilómetros cuando deberé meter el sprint final y llegar al máximo rendimiento a Salamanca. Si llego a la tarde, tendré tiempo de visitar la ciudad y deleitarme con sus monumentos y edificios. Pero ello me obliga a llegar y alimentarme bastante bien y sobre todo descansar. Pues al día siguiente deberé regresar a Valladolid.

Ahora: Ahora solo puedo relajarme, nutrirme bien de vitaminas de los alimentos. Así como estar físicamente preparado. Pero sobre todo mentalmente, dado que voy a hacerme casi 300 km entre que me salgo de mi casa y cojo la carretera a Medina del Campo, para luego Peñaranda de Bracamonte, y entre lo que me meto en Salamanca etc. En dos días voy a pasar un dolor tremendo, por ello me tengo que preparar para un viaje en el que por momentos sentiré que me no podré avanzar más. Pero yo tengo mi ley, una ley en la que un artículo anterior denominé: La Ley de Alexander. Y por los dioses, por la tierra sagrada a la que amo, y por el pueblo al que consagró mi viaje, la cumpliré. Pues la Ley es dura, pero es la ley, y por lo tanto ha de cumplirse.

FOTOS DEL VIAJE:



























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