domingo, 20 de febrero de 2011

MI ACCIDENTE. PARTE I: MI ATROPELLO Y EL INICIO DE LA TORTURA


Estimado lector/a que por algún azar has tenido la ocasión te encontrarte con migo mediante estas palabras. Para ti si me conoces va dirigida esta carta. Si no me conoces da igual, no importa, en estas líneas me conocerás.

En nueve días se cumplirán siete meses de tener el accidente un fatídico uno de agosto de 2010. Un accidente que estuvo a punto de costarme la vida seriamente, pues de hecho yo vi la muerte, y me enfrenté a un infierno de dolores. Es ahora cuando comienzo a recordar seriamente lo que me pasó.

Fue una noche de fiesta, por aquellos días anteriores me encontraba inmerso en lecturas de economía y sobre la globalización. Estaba además escribiendo un ensayo en el cual analizaba las causas del liberalismo económico, brevemente para posteriormente dar paso a un análisis del presente al que nos ha conducido. Además por aquel entonces era columnista de patriotas.es. En definitiva tenía mi mente al máximo rendimiento. Era todos los días escribir e interesarme por problemas sociales de mi país y del mundo. Pero llegó un momento en el que no podía más, tenía mi mente quemada. Era un dolor salvaje que me impedía dormir, que impedía vivir. Discutía con todo el mundo, con mi familia, con mis amigos, y cuando salía por ahí trataba de aliviar mi dolor con el alcohol, emborracharme y olvidarlo todo por unas horas. Era una situación caótica. Y llegó el día marcado con sangre. Quedé con mis amigos, fuimos a una fiesta en una urbanización llamada Panorama, cerca de Simancas. Me lo pasé muy bien, hice alguna que otra parida como hacer calvos o fingir que me ahogaba, cosa que dio la situación de que una señora mayor se arrojó en mi auxilio. Desde luego era una fiesta, en la que todos estábamos inmersos en la alegría, pero yo esa noche no podía más, estaba quemado, harto de todo, sentía como si mi mente fuera a estallar. Con el fulgor de la noche la gente se perdió en la oscuridad, encima yo no tenía lentillas, las había perdido en la piscina, por lo tanto era orientarme casi ciegamente aunque tampoco es que viera tan mal. Y entonces decidí marcharme de aquel sitio a buscar ayuda, a llamar a mis padres desde alguna cabina. Pero era tarde, demasiado tarde, serían sobre las dos y media por ahí de la madrugada. Como sabía que cerca había una gasolinera a la que se llegaba por un camino paralelo a la autopista, decidí internarme por él. Pero Panorama más que una urbanización es un laberinto de chalets, por el que o te lo conoces bien, o te pierdes como a mi me paso. Calculo que estuve una hora vagando a ciegas por toda la urbanización, solo con el pantalón corto y mis chanclas dado que perdí la camisa allí en la fiesta. Al final encontré la salida, era una puerta de estas que se abren con un mando. Así que tuve que esperar hasta que unas buenas mujeres desde el otro lado con el coche vinieron. Pero los resortes metálicos de la puerta se trabaron, y entonces me vi en la obligación de ayudarlas, y con todas mis fuerzas, cansado, agotado, empujé hasta el final y conseguí abrirla. Las mujeres pasaron, me dieron las gracias, y en la oscuridad, alejándome de la alegría de la fiesta me perdí. Según iba bajando por la carretera, por el lado permitido para bicicletas y viandantes, alguien hizo lo que no debió, y me atropelló por la carretera que era paralela a la autovía, y la cual, me conducía hasta el atajo de tierra que daba a la gasolinera. Me acuerdo de como iba por mi derecha, muy cansado, y de repente me vi en la más oscuras de las noches. Todo era oscuro, no se veía nada, solo recuerdo eso. Lo siguiente que recuerdo era como me vi en una camilla semi inconsciente que se metía en una ambulancia. Me vi bocaarriba con un collarín que apenas me dejaba respirar. Escuchaba a los sanitarios hacerme preguntas, y yo respondía con la primera tontería que se me pasaba por la cabeza. No sé como tenía el cuerpo, solo sé que me ahogaba, que no veía más que el techo, y notaba como la ambulancia se movía, y como sentía punzadas por mis brazos fruto de las inyecciones de anestesia y curatorias que me aplicaban. Recuerdo eso, dolor y agobio.

Ahora sé que vencí a la muerte, sé que lo que vi era ella, la muerte, todo oscuro, sin oír nada, solo ver o sentir que estaba en un mundo oscuro. Me contaron que realmente que por un minuto-dos estuve muerto, que fue cuando me encontraron medio muerto, con no se cuantas brechas en la cabeza, con un charco tremendo de sangre rodeandome. Estuvieron a poco de perderme tras reanimarme con los electrosock, (creo que así se llama). Después me contaron que aproximadamente estuve tirado en estado de inconsciencia, sangrando por la cabeza, en la oscuridad, con el riesgo de que alguien no me viera con el coche y me pasara por encima, tres cuartos de hora. Fuera milagro o no, el caso es que aún así me cuesta creerlo. Me cuesta creer lo que tengo dentro de mi ser, y lo que aguanté en aquellos momentos. Un atropello, momento que no recuerdo. Me rompí la pelvis en dos, por el eje central, brechas enormes en la cabeza, la nariz rota y sin un cacho, los parpados desgarrados, las espaldas despellejadas por completo, al rojo vivo, así como los tobillos y los pies hinchados al máximo.

Para el próximo artículo te contaré los primeros días de mi estancia en el hospital.

Hay alguien que dijo que realmente traté de suicidarme. Decirle que realmente traté de vivir, pero que fuere por lo que fuere, necesitaba el accidente, mi vida iba a la deriva. Y valgame la gracia decirlo, que fue así, a veces la vida y la naturaleza son así. Sin darte cuenta generas en tu ser fruto de tus acciones, una espiral caótica que se termina por rebelarte contra ti mismo.

Un saludo