lunes, 9 de mayo de 2011

CRÓNICA DE LA SUBIDA AL PICO TRES MARÍAS EN LEÓN



Cada vez se hace más latente en mi ser la necesidad definitiva de abandonar la vida en la llanura y dedicarme plenamente a la montaña, y el tiempo que pase en la llanura dedicarlo a subir cerros o "lo que sea" para hacer algo de escalada y perfeccionar mi técnica de descenso en pie, o simplemente internarme en largos viajes en bicicleta por la diputación de Valladolid y por Castilla, o preparar nuevos braveteurs. Pues estoy cansando de perder el control ante mi pueblo del que cada día me siento más despegado, y por ello de he asumir que mi "juventud" en la llanura ha terminado y de que es hora de pasar ya firmemente a mi juventud de hombre libre. Pues he de hacer un sacrificio que plenamente tras desgraciados y deshonrosos hechos, estoy dispuesto a realizar. Ya no quiero que nada de mi forme parte de esa corrupción física y moral de la ciudad. No quiero perecer en una causa hostil a mi naturaleza, salvaje y solitaria. Pues abajo me siento esclavo y temo por cada paso que doy, por la acera. Arriba en cambio, me siento libre y no tengo miedo a caminar. Y es que ya no quiero pedir perdón a nadie, no quiero lamentarme ni enloquecer el día anterior tras los infortunios de una mala noche. No, no quiero, nada de eso, todo ello es para los débiles, y yo nunca me he conformado con lo que les dan a ellos, siempre he aspirado a más, y es obvio que cuando en mi ser se ha manifestado tal propósito así ha sido. A tal propósito va destinada esta crónica de montañismo.

En la montaña hay varías reglas y una de ellas es la de que nunca hay que conformarse ni retroceder, siempre hay que aspirar a más y por ende avanzar. Partir con dicha moral marca el ascenso y su desenvolvimiento en el individuo ahí arriba...

(...)

Tras una lesión en el pulgar del pie izquierdo, una uña ennegrecida tras ascensiones anteriores y tras haberse sometido al frío, la dureza de caminar y ascender por las montañas y por la bota. Habiendo de ser operada el pasado viernes 6 de mayo, siendo arrancado un tercio de la uña, y siendo de obligado aplicar en los días y semanas posteriores un tratamiento a base de bicarbonato y agua caliente, de lo contrario perderé la uña y me tendré que operar seriamente de ella.
-Mi primera herida de guerra- digo con orgullo, y es que tras comenzar a ganar poco a poco a base de salidas y voluntad el título de montañero, con diez picos a mis espaldas en cuatro salidas de dos a cuatro días dos de ellas, ello supone un orgullo para mí. El comenzar a ganar heridas y lesiones, curadas y vividas en el dolor por estar ahí arriba, supone que algo fuerte, una esencia guerrera se está cimentando en mí. El espíritu de sacrificio, la sonrisa y el valor para afrontar el destino de aquel que huye de lo fácil y arriesga su ser ahí arriba por ver algo más, y exponerse a todos los peligros arriesgando su vida. Eso los de la llanura no lo hacen, prefieren lo fácil, lo cómodo, y por ello son unos cobardes, unos esclavos del nihilismo (en mayoría aceptando con orgullo a las minorías que no lo hacen); hasta estar sano se hace por presumir y ganar falsos galones con los que creerse algo ahí abajo. Y es que ahora se entiende el declive espiritual en estos tiempos falsamente modernos, cargados de espiritualidad barata, dogmática y de hipocresía social. Pero en fin...

El pasado domingo día 8 de mayo se sale de la estación de autobuses de Valladolid en dirección a la provincia de León. A las siete y media, con buen ambiente y camaradería entre todos y todas, ya no espero a que me llamen novato, creo que me estoy con algo de fortuna, desligando de ese trato. El viaje se me hace algo aburrido, aunque se tiene la sensación de que en ocasiones se hace breve. Pasadas dos horas se una parada, desayuno junto a mis compañeros; un cola cao y un par de bollos típicos de la zona leonesa. Esta lluvioso, ¡pero eso que más da, al contrario, quiero que llueva para gozar como un loco de las adversidades en lo alto de la montaña! Y el viaje prosigue, se comienzan a suceder las montañas, los lagos. Me quedo inquieto a medida que el autobús se va acercando al pueblo de "Casares de Arbas" dado que las ganas de llegar allí y subir son inmensas.

Casares de Arbas es un pueblecito según se aprecia a simple vista de muy poca población, a la orilla del pantano que lleva su nombre. Pueblo pequeño pero agradable donde la cercanía de sus gentes por su edad y por estar ubicado a la vera del "Pico Tres Marías" le hacen muy acogedor, siendo su bar ubicado justo a la entrada al municipio punto de encuentro entre montañistas que van a subir sus picos, y la gente de toda la vida que se reúne para comentar los sabores y sin-sabores de la vida en el pueblo. Más info en este enlace que he encontrado navegando por ahí dado que no es mucha la info de la que se dispone sobre este pueblo leonés:http://www.escapadarural.com/pueblos/leon_casares-de-arbas

El autobús se para, aparca justo enfrente de la montaña, al lado del bar, por fin. Y bajamos, cojemos nuestras mochilas y nos cambiamos. Yo realizo ejercicios de estiramiento, me siento feliz, agusto, en mi mente se evoca al célebre alpinista "Reinhold Messner" con su sonrisa, su naturalidad, su valor, cualidades típicas que se adquieren en la montaña. Y pasado un cuarto de hora se decide iniciar la marcha.
Al principio toso, toso mucho dado que de milagro he conseguido superar días antes el catarro cogido días atrás y que me ha mantenido algún día que otro con fiebre. Nos internamos por una carretera y nos desviamos por un camino inmerso en la vegetación siguiendo de frente hasta las primeras cuestas del pico. Al principio y debido a mi estado me cuesta, toso demasiado, llegando a pensar por mi tos que se oye a distancia por parte de los demás que "me muero", y yo pienso más ligeramente que ahí arriba lo pasaré francamente mal y que no tendré muchas fuerzas para continuar. A medida que vamos subiendo las empinadas se van haciendo más y más duras a modo de calentamiento, en ocasiones llueve con algo de intensidad y rápidamente se disipa, aún así está nublado. A mi me da igual, quiero que llueva, quiero sentir la fuerza del clima en mis carnes, es lo divertido y es lo que a uno por dentro le endurece. Y así llegamos hasta un descansillo en donde hallamos restos de cableado y alguna que otra carreta metálica usada en el pasado para la extracción de alguna materia, por el estado deduzco que habrán sido décadas las que lleven así en ese estado, dado que además hay un pequeño cobertizo rocoso en el que más cableado y una especie de caja metálica se hallan. Bebo algo de agua pero nada, no tengo sed, miro al fondo y quiero continuar la ascensión.


A medida que se continua se va complicando la cosa, en ocasiones hay que hacer algún apoyo en alguna roca para poder avanzar cuesta arriba. Al final tras patear en zig-zag por rocas, bongos y etc, se llega a la cresta, a donde se supone empieza lo divertido. Es una cresta, una cresta que forma prácticamente la totalidad de los tres picos por los que discurre a modo de ruta, por la que se ha de avanzar como buenamente se pueda. Es obvio que la cosa da un poco de vértigo, tener una considerable pendiente de roca en la izada derecha de uno no es cosa fácil, pero al final te acostumbras y le coges el gusto, y eso digo en cuestión de minutos. Y avanzamos hasta el pico de "María de las Corros", antes de ello es todo cuestión de saberse moverse mover por su cresta de cierta empinación por la que hay que saber pisar con cabeza. Y la ocasión de escalar se me presenta, pues de resultas que para continuar hay dos opciones: Una es dirigirse unos pasos por la vertiente norte y subir por un camino flanqueado por columnas de roca de la cara norte y otras tantas de la sur; la otra es atajar por una pequeña vertiente rocosa escalandola con las manos. Yo vi a un reducido grupo de compañeros hacerlo, y es evidente que elegí la segunda opción. Y así solo, sabiendo que si me caía podría tener problemas graves, arriesgué, arriesgué por amor a la montaña, por sentirme aunque ni en comparación como "Messner, Buhl, Diemberger" etc, y a ello me puse. Al principio, los primeros metros puedo decir que era una pared tal y como se ve, escarpada con pequeños bordes a los que me pude agarrar comprobando la resistencia a mi peso para poco a poco, palpando las siguientes izadas, avanzar sobre ella. Me gustaba, palpaba bien el borde con el tacto, elegía y me movía tranquilamente, sin miedo, sin lentitud, y así unos cuantos metros hasta llegar al atajo y pillar el camino que sigue por la cresta...

Al final tras haber escalado de nuevo un poco, llegamos hasta el pico "María de los Corros" cuya llegada celebro y en la cual un compañero amablemente me hace una foto con mi móvil. Pero hay que volver, y esta vez el camino, la bajada más bien, es ciertamente empinada, a veces siento algo de vértigo dado que el viento sopla con furia y temo caerme dado que a menos de un metro tengo la pendiente de lo que era un pequeño abanico cuando había nieve en invierno, pero solo por momentos. En sí la sensación es la de estar por mi casa, camino con calma, gozando del paisaje, de lo que es estar ahí arriba, como un lobo por su territorio. Y así hasta llegar hasta el pico "Esquinas", pico de mayor altura y de mayor gracia, considerado de mayor importancia debido a la altura ya citada y a la belleza de subirlo. Tras descender un poco se vuelve a subir por la cresta hasta una especie de pasillo por el que hay que escalar un poco, bien flanqueado por dos muros a sus lados de roca, que dan mayor tranquilidad y resguardan del fuerte viento que en mi caso soplaba. Al llegar arriba vuelvo a sentir la sensación de libertad, de paz, de bienestar, me siento en casa, es maravilloso, no tengo vértigo, es mi territorio y por ello lo amo, y toca descender...

Al principio, en mitad de ese descenso, dado que no estoy muy acostumbrado a descender por roca, lo hago con algo de calma, hasta que me habitúo. (El descenso se hace por la cara norte en dirección hacía una pista que conduce de nuevo al pueblo) Veo a mi lateral derecho gente que sube el pico "María el Palero", el pico de menor altura de todos pero el más difícil de subir debido a que se requiere más experiencia en la escalada. Mi primera reacción es ir a subirlo, lo intento según me adentro por la pendiente de roca, pero ¡vaya, no puedo hacerlo, desde abajo me chillan y me dicen que es demasiado pronto para ello! Me enfado, maldigo de rabia, me siento colérico, pues yo quiero subir, hacer otro pico más, arriesgarme, no me importa, pero me dicen que la subida podría hacerla, pero la bajada, al ser escarpada y complicada, tardaría mucho, y el grupo no me esperaría. Indignado aunque asumiéndolo dando la razón a quien me lo dice, desciendo, en la montaña no se han de correr riesgos cuando aún no se esta preparado del todo para ciertas ascensiones; el riesgo se corre, es evidente, y ello es placebo, pero cuando se dispone de todo lo necesario para afrontarlo. Y bajo hasta llegar a la pista. Como se me ha metido en la cabeza llegar el primero por una vez en mis salidas con mi grupo de montañeros, he traído en la mochila unas deportivas las cuales me calzo al estar en terreno más o menos asequible para pode correr. Y ante la mirada atónita de los demás me pongo a correr, quiero sentir el aire chocando contra mi rostro, quiero sentirme un lobo ante la mirada del sol de Apolo, quiero agradecer a la montaña ya por desgracia desde abajo el haberme brindado la oportunidad de conocerla, así es mi forma de dar las gracias. Y corro, nunca pensé que tras el accidente correría así, rápidamente, sin notar cansancio, unos kilómetros, libre...

Y termina el recorrido, son las tres de la tarde, como una lata de mejillones en escabeche que tanto me gusta, un cigarrillo que me habían dado y a esperar a mis compañeros. Me siento feliz y miro a la montaña con nostalgia, la próxima salida será en dos semanas al "Moncayo" en Soria. Y comienzan a llegar mis compañeros y compañeras, con ellos intercambio impresiones, me siento tranquilo y pienso en el viaje hasta Valladolid, de nuevo a la podredumbre de la llanura, pero bueno, como propósito para mejorar: A ver si dejo de fumar ya aunque lo haga escasamente en mi día a día.

Un saludo y nos vemos en el "Moncayo".