domingo, 7 de noviembre de 2010

CRÓNICAS PARA LA DISIENCIA. PARTE I. REFLEXIÓN SOBRE LA CAPITAL DE ESPAÑA


No me limitaré a realizar la típica crónica de las V Jornadas de la Disidencias organizadas en Madrid entre los días 5,6 y 7 de noviembre. Más bien me dedicaré a exponerla mediante capítulos en los que voy analizando y extrayendo mis conclusiones de cada conferenciante, así como iré exponiendo mis pensamientos y algunos poemas, que gracias a las personas que he ido conociendo he tenido la sana percepción y ahora es cuando voy a ir edificandolos paso por paso. Porque creo que la máxima a la que debe llegar cada disidente con el sistema es al egocentrismo, a su gloria personal, y entre todas las glorias alias virtudes construir la base intelectual libre de una nación oprimida por el consumismo y la falta de intelecto, algo por desgracia muy común en este tiempo que para unos pocos, es desgracia y a la vez gloria lo que nos ha tocado vivir. Por ello a todos aquellos que por suerte o por desgracia oportunidad tengáis de leerme, solo os voy a pedir un favor: Leedme siendo hombres y mujeres libres, solo aspiro al placer de la revolución, mas si no puedo llegar a ello, con gusto pido la muerte. Un saludo.

PARTE I. EL MADRID DE NUESTRO TIEMPO, REFLEXIÓN SOBRE LA CAPITAL DE ESPAÑA.

En dicha tarde que mas es soleada, se halla mi alma a la intemperie, deste frio otoñal, que ruge por el alba, que en su soledad manifiesta su armonía, su belleza, de los rayos surcando el horizonte. Mas no solo es vida, es reflejo de nuestra existencia, templarios del siglo XXI según unos, que somos como sombras, no caminamos, sino que buscamos mediante el ojo del alma, que más allá de los rascacielos de Madrid, allá se manifiesta.

A solas escribo, esperando a lo incierto, y murmuro, hablo con las palomas, que ante mis ojos posan en su baile, su frenético baile, y por momentos sonrió al verlas patear en busca de algo de comida, correteando al albor de mi presencia. Sigo tomando notas, escribiendo lo que el alma de esa consciencia aparentemente común del pueblo me va dictando.

Ahora estoy en su Plaza Mayor. El Sol es tirado por Apolo, que con su eterno cabalgar alumbra mis cabellos. En la plaza de los grandes, de los heroicos, mientras mi rostro se va pincelando como una estrella en la lejanía. Pues sumada es mi presencia junto a la de aquel mundo campechano, en el cual, bajo su dulce pero agrio abrigo me cobijo. Mientras turistas, personas que nunca tendré el placer de conocer, ingleses sobre todo, murmullan entre el gentió de un Madrid que evoca mis sentimientos más sinceros.

El Madrid campechano de gentes de toda clase, de toda índole. Ese, el Madrid de Pío Baroja, aquel Madrid que camina de un lado a otro, supongo que en la incertidumbre sobre todo. Que muestrase alegre y ocioso, pero a la vez temerario por el carácter de sus gentes, que no hacen más que sumarse con sus voces a veces socarronas a esta algarabía de este Sentir de España. Mientras el Sol del mediodía eclipsa nuestros rostros y la serenidad nos templa. Porque estoy en la plaza Mayor, donde en tiempos pasados tal vez porque no había rascacielos, "gloriosos" templos de la modernidad, el Sol perduraba, cosa que tarea no es chica a quien decide mirarle y rendirle pleitesía.

Insaciable aventurero, me adentro entre sus calles y callejuelas, con mi cuaderno, tomando apuntes deste bendito retiro que mucho tiempo atrás anhelaba. En el cual, esparzo mi pensamiento, y dejo que la vida como río que es, fluya, que se esparza mi pensamiento por lo incierto pero fecundo del horizonte.

Pero ello me choca en algún momento, y en algún momento mi paraiso feliz se viene abajo cuando veo a despojos según una clase aburguesada que desta forma así los trata. Personas que se muestran ante el pueblo altivo que como si de sombras se tratase, las esquiva y huye despavorido hacía los estandartes del consumismo, como miseros drogatas, en busca de placebos con los que alimentar el olvido de visiones tan terribles que cierto es, hay que borrar. Gallardón y Esperanza Aguirre saben la fórmula, matarles de hambre, dejar que se pudran en las calles, que el número aumente, pero no los recursos, así tal vez podamos vivir menos y más complacientemente.

Y por ende, en mí entonces se halla la desidealización, la España Grande desaparece de mis ojos, y mis visiones por momentos parecen locuras sacadas de un alma atormentada. Por la miseria que tan arrogante, con tanta presunción se me hace palpable en cada calle preciosa y bella, ahora triste, donde almas en pena buscan entre el llanto y la pena, espectros de nuestro tiempo, motivos para vivir, pues la muerte en cada esquina, les acecha. Y mientras tanto, bellas jóvenes, bellos hombres, etiquetas, no personas, ambas cosas chocan, y caminan dejando una estela de olvido. Tal vez sea por aquello que dicen algunos de que es cierta la confirmación, por aquello que dicen de que Madrid es de honor que sea la capital de España, tal vez porque como si de espejo fuera, toda España se mira en ella y con asquerosa honra, adopta insanas constumbres aquí descritas.

Y termino mi primera parte con dos preguntas: ¿Alguien de vosotros sabe que fue de aquel Madrid bello y esplendoroso?,¿sabéis a donde se fue, a que lugar, y cuando por honra de una Patria ahora chica volverá?