viernes, 27 de febrero de 2009

FRAGMENTOS DE LIBERTAD: VIII


Aquí hallase un pequeño esquema acerca de las diversas ideologías que han pisado nuestra conciencia y una pequeña reflexión filosófica de fondo.

  • Comunismo= tiranía de unos pocos ejercida sobre una muchedumbre. Valores:0. Niega la historia, por lo tanto niega el presente y el futuro.


  • Nacional socialismo-fascismos= dictadura de uno solo ayudado por unos pocos en orden inferior, es decir, piramidal. Valores: 0. Impone una única moral de ser y estar en el pueblo gobernado, por lo tanto se produce un comunismo de cultura y sentimiento nacional. El pasado es usado para crear este régimen, después se trata de crear mediante única y exclusivamente el pasado de la historia del régimen.
Vemos por tanto que entre ambos regímenes la igualdad se aplica de manera absoluta, salvo que el caso del segundo los individuos tienen derecho a la propiedad privada, pero son esclavos de lo que ahora comentare.


Ello me conduce a una famosa cita de Sopenhauer para terminar con este análisis e iniciar uno posterior:

"Los seres humanos cuanto más libres son, más esclavos son de ellos mismos"


Esta es la cita ideal, el verdadero sentir de las personas, siempre seremos esclavos de algo, pero ese ser de el Yo mismo es distintivo identitario del Yo existo por lo tanto pienso. Ese es mi verdadero lastre que a su vez es una virtud. Una mezcla del castigo impuesto con el cuerpo por el despedazamiento de Orfeo por los titanes(de estos dícese compartir sangre) y otra con el alivio de los dioses por dotarnos de entelekia(según los mitos).


Ahora citamos la cita al revés y la situamos en la actualidad:


"Los seres humanos cuanto más esclavos son, más libres son de ellos mismos"


Esta es la cita perjudicial, se nos hace creer que somos libres otorgándolos como escribiese en su libro UN MUNDO FELIZ, Adolf Huxley una felicidad basada en el materialismo que nos engaña con ese algo de tener poder. Y a su vez se nos hace esclavos porque nos anula la entelekia o la capacidad de pensar por nosotros mismos.

Vemos por lo tanto que la única solución radica en un equilibrio entre ambas partes creando un sistema en el que los partidos se autodeterminen por medio de los valores de los individuos. Abriendose para una nueva clase de entes superiores surgidos por y para el pueblo, una aristocracia de la virtud de la que ya he hablado en otros fragmentos.



jueves, 26 de febrero de 2009

FRAGMENTOS DE NIETZSCHE: EL OCASO DE LOS IDOLOS




El ocaso de los Ídolos (1888)
Esta pequeña obra fue escrita por Nietzsche en 1888, en una época que él mismo consideraba la más fecunda de su actividad filosófica. El fragmento que presentamos a continuación, correspondiente al último capítulo, nos ofrece la visión que el propio Nietzsche tiene de su relación con los antiguos, destacando el haber sido el primero en comprender el instinto, rico y desbordante, de los antiguos griegos.

Lo que debo a los antiguos

Yo he sido el primero que, para comprender el antiguo instinto de los griegos, rico y desbordante, haya tomado en serio aquel fenómeno maravilloso que lleva el nombre de Dionisos: sólo es concebible como un exceso de fuerza. Quien, como jakob Burckhardt, que hoy vive en Basilea, sea un profundo conocedor de los griegos, sabrá medir el valor de mi aportación: Burckhardt agregó a su Civilización de los griegos un capítulo correspondiente al fenómeno nombrado. Si se quiere contemplar lo contrario, considérese la casi hilarante pobreza de instinto de los filólogos alemanes confrontados a Dionisos. El famoso Lobeck por ejemplo -que con la venerable seguridad de un gusano disecado entre libros se introduce en este mundo misterioso de estados de ánimo y se persuade de que es científico por mostrarse ligero y pueril hasta la náusea- con todo el despliegue de su erudición ha hecho saber que todas estas curiosidades están vacías de contenido. De hecho, los sacerdotes de estas orgías podrían haber comunicado a los participantes algo no necesariamente desprovisto de valor: que el vino despierta el placer, por ejemplo, o que el hombre, bajo ciertas circunstancias, puede vivir de frutos, o que las plantas florecen en primavera y se marchitan en el otoño. Por lo que se refiere a aquella extraña riqueza de ritos, de símbolos y mitos de origen orgiástico de que se ve materialmente invadido el mundo antiguo, Lobeck encuentra en ella ocasión para mostrarse aún más ingenioso. "Los griegos -dice (Aglophamus, 1, 672) cuando no tenían otra cosa que hacer reían, saltaban o, como quiera que el hombre encuentra también placer en ello, se sentaban, gemían y lloraban. Otros acudían más tarde y buscaban algún motivo para este extraño juego; y así surgieron, para explicar aquellos usos, innumerables leyendas y mitos. Por otra parte, se creía qué aquellos gestos burlescos, que se verificaban en los días de fiesta, pertenecían también necesariamente a la solemnidad festiva, y fueron conservados como una parte indispensable del culto." Esto no es más que charlatanería irrelevante; a la especie de los Lobeck no se la puede tomar ni por un momento en serio. De un modo completamente diferente nos ocupa el examen del concepto de griego elaborado por Goethe y Winckelman, el cual resulta sin embargo incompatible con aquellos elementos de los que surge el arte dionisíaco: con lo orgánico, con lo orgiástico. De hecho, no dudo de que Goethe haya excluido fundamentalmente tal posibilidad de su concepción del alma griega. En consecuencia, Goethe no entendió a los griegos. Ya que en los misterios dionisíacos en primer lugar, en la psicología del estado dionisíaco se revela el rasgo fundamental del instinto de los griegos: su "voluntad de vivir". ¿Qué es lo que se aseguraba el heleno mediante esos misterios? La vida eterna, el eterno retorno de la vida; el futuro consagrado y prometido en lo que pasa y decae; el sí triunfal a la vida por sobre la muerte y el cambio; la verdadera vida como el proceso total del vivir a través de la generación, de los misterios de la sexualidad. Para los griegos era el símbolo sexual el símbolo venerable en sí, el auténtico sentido profundo dentro de toda la religiosidad antigua. Cada detalle en el acto de la generación, del embarazo, del nacimiento, despertaba los sentimientos más elevados y festivos. En la enseñanza de los misterios el dolor se santifica: los "dolores de la parturienta" santifican al dolor en general; todo devenir y crecer, todo lo que' garantiza el porvenir tiene por condición el dolor... Para que exista el eterno placer del crear, para que la voluntad de vivir se afirme eternamente, debe existir también eternamente el "dolor de la parturienta"... Todo esto significa la palabra Dionisos: no conozco simbolismo más elevado que este simbolismo griego, el de Dionisos. En él se arraiga el más profundo instinto de la vida, el del futuro de la vida, el de la eternidad de la vida, experimentado religiosamente: el camino mismo a la vida, el alumbramiento, es el camino sagrado... Sólo el cristianismo, con su básico resentimiento hacia la vida, ha hecho de la sexualidad algo impuro: cubrió de mugre el principio, la premisa de nuestra vida...


La psicología de lo orgiástico como un desborde del sentimiento vital y de fuerza, dentro del cual el dolor actúa como estimulante, me dio la clave para mi concepto del sentimiento trágico, que ha sido malentendido tanto por Aristóteles como, en particular, por nuestros pesimistas. La tragedia está tan lejos de probar el pesimismo de los helenos en el sentido de Schopenhauer, que más bien vale como su decisivo rechazo, como la instancia opuesta. El afirmar la vida, aun en sus problemas más extraños y duros, la voluntad de vivir que, en sacrificio a sus tipos más altos, se alegra de su propia inagotabilidad, esto lo llamo yo dionisíaco y lo adivino como el puente hacia la psicología del poeta trágico. No para librarse del terror y de la compasión, no para purificarse de un afecto peligroso a través de una vehemente descarga -así lo entendió Aristóteles-: sino para, por sobre el terror y la compasión, ser uno mismo la eterna alegría del devenir -alegría que incluye también la alegría del aniquilamiento... Y de este modo regreso al lugar del que partí una vez; el Origen de la tragedia fue mi primera trasmutación de todos los valores: de este modo regreso al fundamento en el cual se origina mi voluntad y mi poder; yo, último discípulo del Dionisos filósofo; yo, maestro del eterno retorno..

domingo, 22 de febrero de 2009

LA SOLEDAD DE LOS HÉROES


Dicen que los héroes, aquellos cuyas historias se cuentan por doquier, y el viento silabas por los corazones.Historias que relatan grandes hazañas provenientes de una época pasada, olvidada...

Dicen de los héroes, aquellos cuyas hazañas encubren rostros vacíos, sin vida, pues el dolor y la agonía que sentían por dentro paralizaba sus lágrimas, y solo derramando su sangre podían esparcir sus lágrimas y sentirse más libres mientras su camino en la oscuridad seguían.

Pues era la muerte por lo que clamaban, la huida de un mundo que no les pertenecía.
Por eso luchaban, tratando de hallar la felicidad en los demás, queriendo dar en vano la paz a sus pesadillas, dar fin a su sufrimiento; Cargando para ello por voluntad de los dioses de la vida, el peso de cargar con el deber de dar un orden a todos ellos.

Ellos les querían, pero a su vez le retraían, pues sabían que no era como ellos y sus cadenas demasiado fuertes eran que impedían ser liberar al alma.

Era una luz, una luz aquello que les guiaba, no una luz cualquiera, era el reflejo de los dioses los cuales les habían elegido para tan maña empresa. Que brillaba cuando morían extenuados tras dar por finalizada su misión en el mundo.

Los héroes sabían que hallarían la vida después de la muerte, que serían recordados en las mentes de los hombres, como testimonio de que un día hubo unos cuantos como ellos que decidieron ser libres a sabiendas de las tremendas penurias que ello les acarrearía. Pero así cumplió el destino su profecía.

Y tras la noche vendría el día, tras la larga batalla contra ellos mismos y por la esclavitud de los que su sangre compartían y en el mañana hallarían su reposo.

Ellos, la verdadera aristocracia de la virtud, la raza de la pureza, encarnación de la libertad.
Ellos...

POEMA DEDICADO A LOS FRACASADOS, ORGULLOSOS, ESTUPIDOS


Esta poesía esta dedicada a aquellos que incomprendidos por un mundo que les rehuye siguen luchando día a día por ellos. Porque ven más allá en donde otros solo atinan a percibir un pequeño detello de lo que se llama libertad.

Un saludo.


No quiero perder,
la libertad,
¿Cuál es mi razón?
diluye entre el cantar de viento,
mudo que gime,
mientras la noche,
mientras el día,
mi corazón va devorando.

Y a solas escucho,
una débil voz,
a pensar me incita,
a mirar a las estrellas,
a cantar al mundo,
mi canción.


Pasan gotas y gotas,
pasan sombras y sombras,
y mullo en la nada,
chillo...

Desaparezco.

Pues que más me da,
si perder no tengo,
si fallecido en vida,
mi cabeza se colgó,
ondeando,
emblema de la libertad,
emblema de la estupidez,
orgulloso,
me perdí...

Loco,
siguiendo una senda,
tal vez la equivocada,
tal vez la acertada,
continuo,
hasta el fin,
para vivir después de la vida,
pues cadáver soy,
viento divino,
marchare,
a donde siga el tiempo,
pase y pase,
halle la paz.

Desaparecí...

miércoles, 18 de febrero de 2009

FRAGMENTOS DE LIBERTAD: VII


"Dios es la nada de donde se origina el todo, es decir el cosmos, dividido en los elementos, los demás dioses en el resto de teogonías europeas. Las religiónes monoteistas abominan de este tipo de dios creando un dios anti natural y basado en consolar los miedos tan profundos de el hombre tales como la muerte o el miedo a el otro Yo mismo subconsciente. Creando unas leyes por las que regir su vida y sus pensamientos. Por lo tanto para mi todas estas encarnan la dominación de dios.

Respecto a la muerte, en si esta no existe, solo existe el final de la entelekia como tal de la mente humana, el resto de unidades que nos forman tales como nuestro ethos o campo magnético se divide y se reparte formando otras estructuras. Por lo tanto Yo afirmo la inmortalidad absoluta de la vida, pues todas son varias y varias son una"

martes, 17 de febrero de 2009

HOMENAJE A LA POESÍA DE PIERRE ETIENNE


Aconteciera hace algunas semanas mi sorpresa al descubrir en una de esas viejas librerías de Valladolid como ya describiese en el relato anterior; Un pequeño libro editado allá por los años 80 por un grupo de profesores de diversas ciudades de España en homenaje a unos manuscritos que según sus fuentes, fueron encontrados según se paseaba por algún lugar por el fruto y la coincidencia efectos de los azares de la vida. Manuscritos que trataban acerca de la belleza de las pequeñas cosas que hacen de nuestra vida un camino mejor, acompañado por la magia de los que nos rodean a los cuales llamamos personas; Así como la música surgida de la propia naturaleza salvaje de el silencio, del cual todo surgió, en la paz de la nada.

Ahora con el libro editado en mis manos, otra vez lo digo como con los editores aconteciera, fruto de los azares de la vida, me dispongo a rendir un pequeño homenaje al autor en concreto, Pierre Etieenne, un monje francés de el monasterio de Taizé, con cuyos versos uno se deleita en mitad de la noche, paladeando esa sencillez que le caracteriza y que en pocos versos sabe transmitirnos la esencia de una vida de paz y de sosiego dedicada según lo vemos a la meditación de la naturaleza, ese reecuentro pese a ser cristiano, con el Yo mismo.

Desde aqui vamos a reproducir algunas de sus poesias con el fin de tal merecido homenaje.


LOS RUIDOS Y EL SILENCIO

Bajo el viento el árbol más pequeño
emite un zumbido
de noche los ruidos son innumerables.


Sólo los caballos de nuestros sueños
en la edad en que todo parece posible
galopan sin herir al viento.


Caballo azul de leyenda
lleva muy lejos al niño
por el camino de los altos páramos.


Allí se establecerá su reino
en un país de luz
completamente rodeado de bosques.

Traducción al francés: Sous le vent le plus petit arbre/émet un bourdonnement/la nuit les bruits sont innombrables/ Seeuls les chevaux de nos songes/à l´âge où tout semble possible/galopent sans froisser le vent/ Le cheval bleu de la légende/ emporte trés loin l´enfant/ sur le chemin des hautes landes/ Là s´établira son royaume/ dan unpays de lumière / tout entouré de forêts

lunes, 16 de febrero de 2009

LA BONDAD DE LAS VIEJAS PALABRAS, ARROPADAS EN EL BELLO SILENCIO


Ocurre a veces cuando uno da un paseo por su amada ciudad, en mi caso Valladolid, movido por su propia curiosidad propia de la juventud apasionada. Que degusta pasear por rincones recognitos por los que solo el propio tiempo, lucero, camina a merced del murmullo del viento mezclandose con la música del silencio mientras en la noche se va tejiendo el despertar de esas palabras que un día veran de nuevo como antaño la luz, y con esta, su gloria.

Rincones que guardan su espera a merced de ese alguien mismo les despierte en mitad de su sueño eterno en el que se resguardan de la tormenta del olvido, pero resguardados de ello por algunas personas, monjes de las palabras, cuya misión es preservarlos de tal letargo, ocultando grandes secretos a ojo del público desinteresado, movido por el ámbito de lo comercial, que ni busca ni encuentra, se siente perdido y trata de hallar su felicidad en los tópicos en los que buscan darse una identidad.


Ocurrió que un día de esos tropeze con uno de ellos por el mero azar, en una de mis poco frecuentes incursiones a esos territorios vedados para la inmensa mayoría de los que a diario transitan las tumultuosas calles de una ciudad, hedienta a frivolidad e hipocresía, pero bella por dentro, resguardada a la bella sombra de estructuras de metal, frías y resplandecientes a ojos de necio.

En una de esas calles por las que pocos se aventuran, tope con una librería semi enterrada en la sombra entre las columnas de alguna plazoleta histórica ubicada en pleno centro como resguardo para los que huyen de el día y la noche.
Datada de la época de los Felipes aquí en Valladolid en pleno apogeo y capital del Imperio Español siendo allá en sus tiempos gloriosos, en los que esta ciudad era una Villa con una incipiente vida comercial que aun esperarían muchos años más hasta no bien entrado el s.XVIII con las primeras revoluciones industriales para darla un nuevo aire a modernidad, y otro a decadencia con las sucesivas protestas de sindicatos y las movilizaciones de los altos mandos de el generalato provincial que desesperados, buscaban un lugar en un pais en constante transformación.


Resguardada una vieja librería majestuosa, se mostró ante mis ojos cargados de extrañeza por tanta curiosidad los llenaban. En cuya puerta halla base una vieja inscripción: "Librería y anticuario", acompañada de un sinfín de rótulos más ocultos en las corroídas puertas que la protegían de el tiempo que viejas historias acerca de viejos certamenes de poesía para los brillantes literatos de su época, asi como anuncios de sencillas competiciones en las que se llamaba a las personas a mostrar el brillo de el devenir de sus pensamientos.


Lo que allí observe cuando entre por fin tras tantos debatires internos, por miedo y extrañeza no fue a menos, que impresionante; Pues nada más entrar una persona de avanzada edad miro me a aquellos ojos de joven e inquieto navegante con el saludo típico de un octogenario fallecido por fuera, pero revivido por dentro.
Saco me preguntas por descubrir mis intenciones no viniera Yo a ser intruso y mangante, aunque con el murmullo de mi corazón basto se de más , y el dio me respuestas acerca de mi súbdita presencia en aquel reino misterioso tratando a su vez de dar consuelo a si mismo al volver a verse de nuevo en el gustoso placer de la compañia de marineros como Él, cuya única luz bastaba, era la del alma, para adentrarse en esa constante oscuridad.

Reino en el que mudos permanecían cientos y ciento de viejos libros de autores cuya presencia notaba como si de una fiesta de la cultura se tratase cuando a sus obras te acercabas. Estas provenientes de antiguos dueños que habían visto en su destino la necesidad de confiar las palabras a alguien en el cual se pudiera confiar la historia y los recuerdos por los que aquellos libros habían sido palpados por innumerables manos fruto de la admiración y la curiosidad de sus antaño lectores de un sinfin de generaciones, por el afan de sumergirse en nuevos mundos que les transmitiesen al igual que Yo, cosas; Esperando anécdotas,historias, y saberes ya a día de hoy, en la memoria colectiva lloran, perdidos.

Aquel aroma que se desprendía de cada uno, aquel aroma a centenaria sabiduría, inconfundible por el desgaste del el tiempo que los iva devorando. Mezclabase con el silencio, bello silencio en el cual su sueño continuaba. Sin duda del silencio surgía la música una vez que en su interior mis ojos se sumergían y derrepente todo aquello se transformaba en dulce melodía para mis ojos, que absortos por un momento habían viajado hacía otros mundos, hallado en el subconsciente.


Lo que senti fue sinceramente la felicidad hallada, saber que el legado que unos pocos crearon es continuado y preservado por personas que saben que su misión es al igual que haremos nosotros, servir de eco de un tiempo feliz de cara a las nuevas generaciones sedientas de conocer aquello en de lo que sus corazones forman.


Este pequeño relato esta dedicado a aquel fantantisco librero que día a día, pese a que los años le hacen preso de si mismo, sabe romper dichas cadenas con la fuerza de su corazón, en tan noble empresa.

Gracias Maestro

Seneca. Aforismos: XXII


"En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto"

jueves, 12 de febrero de 2009

FRAGMENTOS DE LIBERTAD: VI


"El anarquismo es la comunidad de los dioses ancestrales, de los perfectos que son dueños plenamente de ellos mismos y cumplen con su magistral tarea con precisión propia de tales.

Se organizan en pequeñas comunidades en las que es elegido un representante de cada una, y entre ellos rigen con igualdad los destinos de todas por medio de la codecisión. Esto es su voluntad y la de los dioses de escala inferior de cada comunidad.

En los hombres esta idea según Platón evoluciona a modelos parecidos pero regidas por castas superiores con diferencias de hombres libres y esclavos de si mismos. Estos viven de los primeros, pues no son capaces de pensar por naturaleza por si mismos.Los primeros se comunican con los dioses y estos rigen a las demás castas inferiores, con la salvedad que solamente ellos saben lo que las conviene, pues estos son frutos de ellas.De la instintiva necesidad de orden.

Por ello el estado como tal no existe, solo es una entidad administrativa, digamos que es una expresión de la sangre para sintetizar todas las emociones del subconsciente humano que identifica a un pueblo, en nuestro caso a el Europeo"

¿De que huyes tú?




De que huyes tu alma en pena?

Respuesta:

De el pesar de la vida,
de los recuerdos tediosos
de mi interior me saturan
mi pensamiento
y mueran las ideas en el mar,
de la melancolía.

De el sentir,
pues busco vivir.

Más alla en el infinito perderme,
donde el horizonte se pierde,
y el tiempo se diluye.


Y olvidar…

-Motivos que te impulsan?

La esclavitud de la racionalidad,ver pasar días y días,
hojas y hojas todas bajo el aureo sol,
en cenizas su rastro apresado.

Todo se repite,
motivos presto son estos,
romper con el día y la noche,
y buscar mis horizontes,
más alla donde el brillo del mundo,
piérdase y acójame su soledad,
la del infinito.

lunes, 9 de febrero de 2009

EL SENTIDO DE LA HISTORIA DE GIORGIO LOCCHI





PONEMOS AQUI UNO DE LOS TEXTOS MÁS FAMOSOS DE GIORGIO LOCCHI
CELEBRE ITALIANO PENSADOR INIGUALABLE DEL SIGLO XX.

Muchos se preguntan hoy por el “sentido de la historia”, es decir, por el fin y por el significado de los fenómenos históricos. El objeto de este artículo es el examen de las respuestas que nuestra época da a esta doble cuestión, tratando de reconducirlas, pese a su aparente multitud, a dos tipos fundamentales, rigurosamente antagónicos y contradictorios.

Pero, ante todo, es necesario arrojar luz sobre el significado que damos al término “historia”. Esta puntualización de vocabulario tiene su importancia. Hablamos a veces de “historia natural”, de “historia del cosmos”, de “historia de la vida”. Se trata, ciertamente, de imágenes analógicas. Pero toda analogía, en el momento en que subraya poéticamente una semejanza, implica también lógicamente una diversidad fundamental. El universo macrofísico, en realidad, no tiene historia: como nosotros lo percibimos, como podemos representárnoslo, no hace más que cambiar de configuración a través del tiempo. Tampoco la vida tiene historia: su devenir consiste en una evolución: evoluciona. Se comprende, por tanto, que la historia es el modo de devenir del hombre (y sólo del hombre) en cuanto tal: sólo el hombre deviene históricamente. Por consiguiente, plantearse la cuestión de si la historia tiene un sentido, es decir un significado y un fin, equivale en el fondo a preguntarse si el hombre, que es en la historia y que ( voluntariamente o no) hace la historia, tiene él mismo un sentido, si su participación en la historia es o no una actitud racional.

Tres periodos sucesivos

Por todas partes, hoy, la historia está bajo acusación. Se trata, como veremos, de un fenómeno antiguo. Pero hoy la acusación se hace más vehemente, más explícita que nunca. Es una condena total y sin apelación la que se nos pide que pronunciemos. La historia, se nos dice, es la consecuencia de la alienación de la humanidad. Se invoca, se propone, se proyecta el fin de la historia. Se predica el retorno a una especie de estado de naturaleza enriquecido, la interrupción del crecimiento, el fin de las tensiones, el retorno al equilibrio tranquilo y sereno, a la felicidad modesta, pero asegurada, que sería la de toda especie viviente. Nos vienen inmediatamente a la memoria los nombres de algunos de estos teóricos, como los de Herbert Marcuse y Claude Lèvi-Strauss, cuyas doctrinas son bien conocidas.

La idea de un fin de la historia puede parecer una de las más modernas. En realidad, no lo es en absoluto. En efecto, basta con examinar las cosas con mayor atención para darse cuenta de que esta idea no es más que el punto en que lógicamente desemboca una corriente de pensamiento que tiene una antigüedad de, al menos, dos mil años y que, desde hace dos mil años, domina y conforma lo que llamamos “civilización occidental”. Esta corriente de pensamiento es la del pensamiento igualitario. Expresa una voluntad igualitaria, que fue instintiva y casi ciega en sus inicios, pero que, en nuestra época, se ha convertido en algo perfectamente consciente de sus aspiraciones y de su objetivo final. Ahora, este objetivo final del proyecto igualitario es precisamente el fin de la historia, la salida de la historia.

El pensamiento igualitario ha atravesado en el curso de los siglos tres periodos sucesivos. En el primero, que corresponde al nacimiento y al desarrollo del cristianismo, se ha constituido en forma de mito. Este término no sobrentiende nada negativo. Llamamos “mito” a todo discurso que, desarrollándose a partir de sí mismo, crea, al mismo tiempo, su lenguaje, dando así a las palabras un sentido nuevo, y apela, recurriendo a símbolos, a la imaginación de aquellos a quienes se dirige. Los elementos estructurales de un mito se llaman mitemas. Constituyen una unidad de contrarios, pero estos contrarios, no habiéndose separado todavía, permanecen ocultos, por así decirlo, invisibles. En el proceso de desarrollo histórico, la unidad de estos mitemas explota, dando, por tanto, nacimiento a ideologías enfrentadas. Ha sucedido así con el cristianismo, cuyos mitemas han acabado generando las iglesias, luego las teologías y, finalmente, las ideologías enfrentadas (como la de la revolución americana y la de la revolución francesa).

El abrirse y la difusión de estas ideologías corresponde al segundo periodo del igualitarismo. En relación con el mito, las ideologías proclaman ya unos principios de acción, pero todavía no extraen de ellos las consecuencias, lo que hace que así su práctica sea hipócrita, escéptica e ingenuamente optimista.

Se llega, de esta forma, al tercer periodo, en el cual las ideas contradictorias generadas por los mitemas originales se resuelven en una unidad, que es la del concepto sintético. El pensamiento igualitario, animado ya por una voluntad que ha llegado a ser plenamente consciente, se expresa en una forma que se decreta “científica”. Pretende ser una ciencia. En el desarrollo que nos interesa, este estadio corresponde a la aparición del marxismo y de sus derivados (Cf. en particular, la doctrina de los Derechos del Hombre)

El mito, las ideologías, la pretendida ciencia igualitaria expresan, por así decirlo, los niveles sucesivos de conciencia de una misma voluntad; fruto de una misma mentalidad, presentan siempre la misma estructura fundamental. Lo mismo sucede, naturalmente, con las concepciones de la historia que derivan de ella, y que no difieren entre sí más que por la forma y por el lenguaje utilizado en el discurso. Sea cual sea su forma histórica, la visión igualitaria de la historia es una visión escatológica, que atribuye a la historia un valor negativo y no le reconoce ningún sentido más que en la medida en que el movimiento histórico tiende , con su propio movimiento, a su negación y a su fin.


Restitución de un momento dado

Si se examina la Antigüedad pagana, se observa cómo esta ha oscilado entre dos visiones de la historia, de la que una no era más que la antítesis con respecto a la otra: ambas concebían el devenir histórico como una sucesión de instantes en la cual todo instante presente delimita siempre, por un lado el pasado, por el otro el porvenir. La primera de estas versiones propone una imagen cíclica del devenir histórico. Implica la repetición eterna de instantes, de hechos y de periodos dados. Es lo que expresa la fórmula nihil sub sole novi. La segunda, que, por lo demás, acabará resolviéndose en la primera, propone la imagen de una línea recta que tiene un inicio, pero no un fin, no por lo menos un fin imaginable y previsible.

El cristianismo, en cierta medida, ha llevado a cabo una síntesis de estas dos visiones antiguas de la historia, sustituyéndolas con una concepción que se ha definido como lineal, y que es, en realidad, segmentaria. En esta visión la historia tiene un inicio, pero también tiene que tener un fin. No es más que un episodio, un accidente en el ser de la humanidad. El verdadero ser del hombre es exterior a la historia. Y el fin de la historia se considera que nos devuelve, sublimándolo, lo que se encontraba en el principio. Como en la visión cíclica, hay, por tanto, en la visión fragmentaria una conclusión por la restitución de un momento dado, pero al contrario de lo que sucede en el ciclo, este momento se sitúa ya fuera de la historia, fuera del devenir histórico; apenas restituido se congelará en una inmutable eternidad; el momento histórico, al haberse cumplido, ya no se reproducirá más. Asimismo, como en la visión segmentaria, hay un inicio de la historia pero a este inicio se añade un fin, de modo que la verdadera eternidad humana no es la del devenir sino la del ser.

Este episodio que es la historia se percibe, desde la perspectiva cristiana, como una verdadera maldición. La historia deriva de una condena del hombre por parte de Dios, condena a la infelicidad, al trabajo, al sudor y a la sangre, que sanciona una culpa cometida por el hombre. La humanidad que vivía en la feliz inocencia del jardín del Edén, ha sido condenada a la historia porque Adán, su antepasado, ha transgredido el mandamiento divino, ha probado el fruto del Árbol de la ciencia, y ha querido ser similar a Dios. Esta culpa de Adán, en cuanto pecado original, pesa sobre todo individuo que viene al mundo. Es inexplicable por definición, ya que el ofendido es Dios mismo. Pero Dios, en su infinita bondad, acepta hacerse cargo él mismo de la expiación: se hace hombre encarnándose en la persona de Jesús. El sacrificio del Hijo de Dios introduce en el devenir histórico el advenimiento esencial de la Redención. Sin duda, esta sólo concierne a los individuos tocados por la Gracia. Pero hace ya posible el lento camino hacia el fin de la historia, para el cual la “comunidad de los santos” deberá preparar a la humanidad. Al final, llegará un día en que las fuerzas del Bien y del Mal se enfrentarán en una última batalla, que desembocará en un Juicio final y, por tanto, en la instauración de un Reino de los cielos que tiene su correspondencia dialéctica en el abismo del Infierno.

El Edén antes del inicio de la historia, el pecado original; la expulsión del jardín del Edén; la travesía por este valle de lágrimas que es el mundo, lugar del devenir histórico; la Redención; la comunidad de los santos, la batalla apocalíptica y el Juicio final; el fin de la historia y la instauración de un Reino de los cielos: tales son los mitemas que estructuran la visión mítica de la historia propuesta por el cristianismo, visión en la que el devenir histórico del hombre tiene un valor puramente negativo y el sentido de una expiación.


La visión marxista

Los mismos mitemas se encuentran idénticamente pero con una forma laicizada y pretendidamente científica en la visión marxista de la historia. Empleando el término “marxista” no tenemos la intención de participar en el debate, muy de moda hoy, sobre lo que sería el “verdadero pensamiento” de Marx. En el curso de su existencia Karl Marx ha pensado cosas muy diferentes y se podría discutir largo y tendido para saber cuál es el “verdadero” Marx. Nos referimos, por tanto, al marxismo recibido que ha sido durante mucho tiempo, y que, en resumidas cuentas, sigue siendo hasta ahora, la doctrina de los partidos comunistas y de los Estados que se reconocen en la interpretación leninista.

En esta doctrina la historia es presentada como el resultado de una lucha de clases, es decir, de una lucha entre grupos humanos que se definen por sus respectivas condiciones económicas; el jardín del Edén de la prehistoria se encuentra en esta versión en el “comunismo primitivo” practicado por una humanidad todavía inmersa en el estado de naturaleza y puramente predadora. Mientras en el Edén el hombre padecía las constricciones resultantes de los mandamientos de Dios, las sociedades comunistas prehistóricas vivían bajo la presión de la miseria. Esta presión ha llevado a la invención de los medios de producción agrícola, pero esta invención se ha revelado también como una maldición. Implica, en efecto, no sólo la explotación de la naturaleza por parte del hombre, sino también la división del trabajo, la explotación del hombre por el hombre y, por consiguiente, la alienación de todo hombre respecto a sí mismo. La lucha de clases es la consecuencia implícita de esta explotación del hombre por el hombre. Su resultado es la historia.

Como se ve, son las condiciones económicas las que determinan para los marxistas los comportamientos humanos. Por concatenación lógica, estos últimos conducen a la creación de sistemas de producción siempre nuevos, que causan a su vez condiciones económicas nuevas, y, sobre todo, una miseria cada vez mayor de los explotados. Sin embargo, también ahí, interviene una Redención. Con el advenimiento del sistema capitalista, la miseria de los explotados alcanza, en efecto, su culminación: llega a ser insoportable. Los proletarios toman entonces conciencia de su condición, y esta toma de conciencia redentora tiene por efecto la organización de los partidos comunistas, exactamente como la redención de Jesús había llevado a la fundación de una comunidad de santos.

Los partidos comunistas emprenderán una lucha apocalíptica contra los explotadores. Esta podrá ser difícil, pero será necesariamente victoriosa (es el “sentido de la historia”). Llevará a la abolición de las clases, pondrá fin a la alienación del hombre, permitirá la instauración de una sociedad comunista inmutable y sin clases. Y así como la historia es el resultado de la lucha de clases, evidentemente, ya no habrá historia. El comunismo prehistórico será restituido, como el jardín del Edén del Reino de los cielos, pero de modo sublimado: mientras la sociedad comunista primitiva estaba afligida por la miseria material, la sociedad comunista post-histórica se beneficiará de una satisfacción perfectamente equilibrada de sus necesidades.

Así, en la visión marxista, la historia asumirá igualmente un valor: negativo. Nacida de la alienación original del hombre, no tiene sentido más que en la medida en que, aumentando incesantemente la miseria de los explotados, contribuye, por fin, a crear las condiciones en las cuales esta miseria desaparecerá, y “trabaja” de algún modo para su propio fin.


Una determinación de la historia

Estas dos visiones igualitarias de la historia, la visión religiosa cristiana y la visión laica marxista, ambas segmentarias, ambas escatológicas, implican lógicamente, la una y la otra, una determinación de la historia que no es obra del hombre, sino de algo que lo transciende. El cristianismo y el marxismo no se esfuerzan ni siquiera en negarlo. El cristianismo atribuye al hombre un libre albedrío que le permite afirmar que Adán, al haber “elegido” libremente pecar, es el único responsable de su culpa, es decir, de su imperfección. Es, por tanto, Dios el que ha hecho (y, así, el que ha querido) que Adán sea imperfecto. Por su parte, los marxistas afirman a veces que es el hombre el que hace la historia, o, más exactamente, los hombres en tanto que pertenecientes a una clase social. De lo que resulta, sin embargo, que las clases sociales están determinadas y definidas por las condiciones económicas. Resulta, también, que es la miseria original la que ha obligado a los hombres a entrar en la sanguinaria concatenación de la lucha de clases. El hombre no es, por tanto, activado más que por su condición económica. Es el hazmerreír de una situación que tiene su origen en la naturaleza misma en tanto que juego de fuerzas materiales.

De esto resulta que cuando el hombre juega un papel en las visiones igualitarias de la historia, es un papel de una obra que no ha escrito, que no podrá haber escrito; y esta obra es una farsa trágica, vergonzosa y dolorosa. La dignidad, como la verdad auténtica del hombre, se sitúan fuera de la historia, antes y después de la historia.

Por otra parte, toda cosa posee en sí su propia antítesis relativa. La visión escatológica de la historia posee también su antítesis relativa, igualitaria también esta, que es la teoría del progreso indefinido. En esta teoría el movimiento histórico es representado como tendente de forma constante hacia un punto cero que no se alcanza nunca. Este “progreso” puede ir en el sentido de un “cada vez mejor”, excluyendo, no obstante, la idea de un bien perfecto y absoluto: es un poco la visión ingenua de la ideología americana, ligada al american way of life, es también la de cierto “marxismo desengañado”. Puede ir también en el sentido de un “cada vez peor”, sin que la medida del mal alcance nunca su culminación: es un poco la visión pesimista de Freud, que no veía cómo esta “infelicidad” que es la civilización podría cesar de reproducirse algún día (hay que observar, por otra parte, que esta visión pesimista del freudismo está actualmente en fase de ser reabsorbida, sobre todo, por parte de Marcuse y de los freudomarxistas, en la tesis escatológica del marxismo, después de haber desempeñado la función que siempre ha desempeñado toda antítesis desde la invención del Diablo, es decir: una función instrumental)


Animar otra voluntad

Como todo el mundo sabe, es a Friedrich Nietzsche a quien se remonta la reducción del cristianismo, de la ideología democrática y del consumismo al común denominador del igualitarismo. Pero es también a Nietzsche a quien se remonta el segundo tipo de visión de la historia, que, en la época actual, se opone (subterráneamente a veces, pero con mucha más tenacidad) a la visión escatológica y segmentaria del igualitarismo. Nietzsche, en efecto, no sólo ha querido analizar, sino también combatir el igualitarismo. Ha querido inspirar, suscitar un proyecto opuesto al proyecto igualitario, animar otra voluntad, alentar un juicio de valor diametralmente distinto. Por este motivo su obra presenta dos aspectos, ambos complementarios. El primer aspecto es propiamente crítico; se podría decir incluso científico. Su objetivo es arrojar luz sobre la relatividad de todo juicio de valor, de toda moral e, incluso, de toda verdad pretendidamente absoluta. De tal manera evidencia la relatividad de los principios absolutos proclamados por el igualitarismo. Pero junto a este aspecto crítico, existe otro, que podríamos definir poético, ya que esta palabra deriva del griego poiein, que significa “hacer, crear”. Con este trabajo poético, Nietzsche se esfuerza por dar vida a un nuevo tipo de hombre, ligado a nuevos valores y que extrae sus principios de acción de una ética que no es la del Bien y del Mal, sino una ética que es legítimo definir como sobrehumanista.
Para dar una imagen de lo que podría ser una sociedad humana fundada sobre los valores que propone, Nietzsche ha recurrido casi siempre al ejemplo de la sociedad griega arcaica, a la más antigua sociedad romana, y también a las sociedades ancestrales de la antigüedad indoeuropea, aristocrática y conquistadora. Eso lo sabe casi todo el mundo. Por contra, no se presta la suficiente atención al hecho de que Nietzsche, al mismo tiempo, advierte contra la ilusión que consiste en creer que sería posible “hacer volver a los Griegos”, es decir, resucitar el mundo antiguo precristiano. Ahora, este detalle es de una importancia extrema, porque nos ofrece una clave necesaria para comprender mejor la visión nietzscheana de la historia. Nietzsche ha ocultado voluntariamente, “codificado”, se podría decir, el sistema organizador de su pensamiento. Lo ha hecho, como dice expresamente, en conformidad con cierto sentimiento aristocrático: tiene la intención de vetar a los inoportunos el acceso a su casa. Es la razón por la que se contenta con entregarnos todos los elementos de su concepción de la historia, sin revelarnos nunca cómo hay que combinarlos.

Además, el lenguaje adoptado por Friedrich Nietzsche es el lenguaje del mito, lo que no hace más que añadir dificultades de interpretación. La tesis aquí expuesta no es, por tanto, nada más que una posible interpretación del mito nietzscheano de la historia; pero se trata de una interpretación que tiene su peso histórico, ya que ha inspirado todo un movimiento metapolítico de poderosas prolongaciones, a veces, definido como revolución conservadora, y que es también la interpretación de aquellos que, reconociéndose en Nietzsche, se adhieren más íntimamente a sus declaradas intenciones antiigualitarias.

Los elementos, los mitemas que se vinculan a la visión nietzscheana de la historia son principalmente tres: el mitema del último hombre, el del advenimiento del superhombre y, finalmente, el del Eterno retorno de lo Idéntico.


El Eterno retorno

A los ojos de Nietzsche, el último hombre representa el mayor peligro para la humanidad. Este último hombre pertenece a la inextinguible raza de los piojos. Aspira a una pequeña felicidad que sería igual para todos. Quiere el fin de la historia porque la historia es generadora de acontecimientos, es decir, de conflictos y de tensiones que amenazan esta “pequeña felicidad”. Se burla de Zarathustra que predica el advenimiento del superhombre. Para Nietzsche, en efecto, el hombre no es más que un “puente entre el mono y el superhombre”, lo que significa que el hombre y la historia no tienen sentido más que en la medida en que tienden a una superación y, para hacer esto, no dudan en aceptar su desaparición. El superhombre corresponde a un fin, a un fin dado en cada momento y que quizás es imposible alcanzar; mejor, un fin que, en el instante mismo en que se alcanza, se vuelve a proponer un nuevo horizonte. En tal perspectiva, la historia se presenta, por tanto, como una perpetua superación del hombre por parte del hombre.

Sin embargo, en la visión de Nietzsche, hay un último elemento que parece, a primera vista, contradictorio con respecto al mitema del superhombre, el del Eterno retorno. Nietzsche afirma, en efecto, que el Eterno retorno de lo Idéntico domina el devenir histórico, lo que, a primera vista, parece indicar que nada nuevo puede producirse, y que toda superación queda excluida. El hecho es, por lo demás, que este tema del Eterno retorno ha sido a menudo interpretado en el sentido de una concepción cíclica de la historia, concepción que recuerda mucho la de la antigüedad pagana. Se trata, desde nuestro punto de vista, de un serio error contra el que el propio Nietzsche nos puso en guardia. Cuando, bajo el Pórtico que lleva el nombre de Instante, Zarathustra interroga al Espíritu de la Pesadez sobre el significado de dos caminos eternos que, viniendo de direcciones opuestas, se reúnen en aquel punto preciso, el Espíritu de la Pesadez responde: “Todo lo recto miente, la verdad es curva, también el tiempo es un círculo”. Entonces, Zarathustra replica con violencia: “Espíritu de la Pesadez, no tomes tan a la ligera la cosa”.

En la visión nietzscheana de la historia, contrariamente al caso de la antigüedad pagana, los instantes no son vistos, por tanto, como puntos que se suceden sobre una línea, sea esta recta o circular. Para comprender sobre qué se apoya la concepción nietzscheana del tiempo histórico, más bien, hay que poner esta en paralelo con la concepción relativista del universo físico tetradimensional. Como se sabe, el universo einsteniano no puede ser representado “sensiblemente”, ya que nuestra sensibilidad, siendo de orden biológico, no puede tener más que representaciones tridimensionales. Al mismo tiempo, en el universo histórico nietzscheano el devenir del hombre se concibe como un conjunto de momentos de los que cada uno forma una esfera en el interior de una “hiperesfera” tetradimensional, en que cada momento puede, por consiguiente, ocupar el centro con respecto a los otros. Desde esta perspectiva, la actualidad de todo momento no se llama ya “presente”. Al contrario, presente, pasado y porvenir coexisten en todo momento: son las tres dimensiones de todo momento histórico. ¿Acaso no cantan los animales de Zarathustra a su Maestro: “En cada instante comienza el ser; en torno a todo ‘aquí’ gira la esfera ‘allá’. El centro está en todas partes. Curvo es el sendero de la eternidad”?


La elección que se ofrece a nuestra época

Todo esto puede parecer complicado, del mismo modo que la teoría de la relatividad es también complicada. Para ayudarnos, acudamos a algunas imágenes. El pasado, para Nietzsche, no corresponde en absoluto a lo que ha sido “de una vez por todas”, elemento congelado para siempre que el presente dejaría detrás de sí. Del mismo modo, el porvenir ya no es el efecto obligatorio de todas las causas que le han precedido en el tiempo y que le determinan, como en las visiones lineales de la historia. En todo momento de la historia, en toda “actualidad”, pasado y porvenir son, por así decirlo, nuevamente cuestionados, se configuran según una nueva perspectiva, conforman otra verdad. Se podría decir, para usar otra imagen, que el pasado no es otra cosa que el proyecto al cual el hombre conforma su acción histórica, proyecto que trata de realizar en función de la imagen que se forma de sí mismo y que se esfuerza por encarnar. El pasado aparece, entonces, como una prefiguración del porvenir. Es, en sentido propio, la “imaginación” del porvenir: que viene a ser uno de los significados canalizados por el mitema del Eterno retorno.

Por consiguiente, está claro que, en la visión que nos propone Nietzsche, el hombre asume la total responsabilidad del devenir histórico. La historia es su obra. Lo que viene a significar que asume también la total responsabilidad de sí mismo, que es verdadera y totalmente libre: faber suae fortunae. Esta libertad es una libertad auténtica, no una “libertad”condicionada por la Gracia divina o por las constricciones de una situación material económica. Es también una libertad real, es decir, una libertad que consiste en la posibilidad de elegir entre dos opciones opuestas, opciones existentes en todo momento de la historia y, que, siempre, cuestionan nuevamente la totalidad del Ser y del devenir del hombre (si estas opciones no fuesen siempre realizables, la elección no sería más que una falsa elección, la libertad, una falsa libertad, la autonomía del hombre, una apariencia).

Ahora, ¿cuál es la elección que se ofrece a los hombres de nuestra época? Nietzsche nos dice que esta elección debe hacerse entre el “último hombre”, es decir, el hombre del fin de la historia, y el impulso hacia el superhombre, es decir, la regeneración de la historia. Nietzsche considera que estas dos opciones son tan reales como fundamentales. Afirma que el fin de la historia es posible, que debe ser examinado seriamente, del mismo modo que es posible su contrario: la regeneración de la historia. En última instancia, el resultado dependerá de los hombres, de la elección que lleven a cabo entre ambos campos, el del movimiento igualitario que Nietzsche llama el movimiento del último hombre, y el otro movimiento, que Nietzsche se ha esforzado por suscitar, que ya ha suscitado, y que él llama “su” movimiento.


Dos sensibilidades

Visión lineal y visión esférica de la historia: nos encontramos aquí enfrentados a dos sensibilidades diferentes que no han dejado de oponerse, que se oponen y que seguirán oponiéndose. Estas dos sensibilidades coexisten en la época actual. Ante un espectáculo como el de las Pirámides, por ejemplo, la sensibilidad igualitaria verá, desde el punto de vista moral, un símbolo execrable, ya que sólo la esclavitud, la explotación del hombre por el hombre, han permitido la concepción y la realización de estos monumentos. La otra sensibilidad, al contrario, se sentirá impresionada, ante todo, por la unicidad de esta expresión artística y arquitectónica, por todo lo que supone de grande y espantoso en el hombre que se atreve a hacer la historia y que desea dar forma a su destino…

Tomemos otro ejemplo. Oswald Spengler, en una página famosa, ha recordado a aquel centinela romano que, en Pompeya, se dejó sepultar por la lava porque ningún superior le había dado el relevo. Para una sensibilidad igualitaria, ligada a una visión segmentaria de la historia, tal gesto está totalmente desprovisto de sentido. En última instancia, no puede más que condenarlo, al mismo tiempo que condena la historia, porque, a sus ojos, este soldado ha sido víctima de una ilusión o de un error “inútil”. Al contrario, el mismo gesto resultará inmediatamente ejemplar desde el punto de vista de la sensibilidad trágica y sobrehumanista, que comprende, intuitivamente se podría decir, que este soldado romano no había llegado a ser verdaderamente un hombre más que conformándose a la imagen que se forjó de sí, es decir, la imagen de un centinela de la ciudad imperial.

Hemos citado a Spengler. Esto nos lleva a plantear, después de él, el problema del destino de Occidente. Spengler, como se sabe, era pesimista. Según él, el fin de Occidente está próximo, y el hombre europeo, como el soldado de Pompeya, no puede más que mantener su propia función hasta el final, antes de perecer como un héroe trágico abrazando su mundo y su civilización. Pero en 1980 (época de la primera publicación del presente artículo) es al fin de toda la historia a lo que tiende Occidente.

Es al retorno a la “felicidad inmóvil de la especie” a lo que apelan sus deseos, sin ver en tal perspectiva nada trágico, más bien, al contrario. El Occidente igualitario y universalista tiene vergüenza de su pasado. Siente horror por su especificidad que ha creado su superioridad durante siglos, mientras en su subconsciente se abría camino la moral que se ha dado. Porque este Occidente bimilenario es también un Occidente judeocristiano que ha acabado descubriéndose como tal, y que hoy saca las consecuencias correspondientes. Ciertamente, este Occidente también ha transmitido durante mucho tiempo una herencia griega, latina, germánica, romana, y de ello ha hecho su fuerza. Pero las masas occidentales, privadas de verdaderos maestros, reniegan de esta herencia indoeuropea. Sólo pequeñas minorías, esparcidas por acá y por allá, miran con nostalgia las realizaciones de sus más lejanos antepasados, se inspiran en valores que fueron suyos, y sueñan con resucitarlos. Tales minorías pueden parecer risibles y, quizás, lo sean efectivamente. Y, sin embargo, una minoría, tal vez incluso ínfima, puede siempre llegar a guiar a una masa.

Esta es la razón por la cual el Occidente moderno, este Occidente nacido del compromiso constantiniano y del in hoc signo vinces, ha caído en la esquizofrenia. En su inmensa mayoría, quiere el fin de la historia y aspira a la felicidad en la regresión. Y al mismo tiempo, estas pequeñas minorías tratan de fundar una nueva aristocracia y tienen la esperanza de un nuevo Retorno que, en cuanto tal, no podrá producirse nunca (“los Griegos no vuelven”), pero que puede mutarse en una regeneración de la historia.


Hacia una regeneración de la historia

Aquellos que han adoptado una visión lineal o segmentaria de la historia tienen la certeza de “estar del lado de Dios”, como dicen los unos, de “ir en el sentido de la historia”, como dicen los otros. Sus adversarios no pueden tener ninguna certeza. Si se cree que la historia la hace el hombre y sólo el hombre, si se cree que el hombre es libre y que libremente forja su destino, hay que admitir que esta libertad puede, en último término, volver a cuestionar, e incluso abolir, la historicidad misma del hombre. Les es preciso, repitámoslo, considerar que el fin de la historia es posible, aunque es una eventualidad que rechazan y contra la que se baten. Pero si el fin de la historia es posible, también la regeneración de la historia lo es, en todo momento. Porque la historia no es ni el reflejo de una voluntad divina, ni el resultado de una lucha de clases predeterminada por la lógica de la economía, sino el resultado de una lucha que emprenden los hombres entre sí en nombre de las imágenes que se forman respectivamente de ellos mismos y a las cuales, realizándolas, tratan de adecuarse.

En la época en que vivimos, algunos no encuentran otro sentido en la historia más que en la medida en que esta tiende a la negación de la condición histórica del hombre. Para otros, al contrario, el sentido de la historia no es otro que el sentido de una imagen del hombre, una imagen usada y consumida por la marca del tiempo histórico. Una imagen dada en el pasado, pero que conforma siempre su actualidad. Una imagen que no pueden realizar más que con una regeneración del tiempo histórico. Estos saben que Europa no es ya más que un cúmulo de ruinas. Pero, con Nietzsche, saben también que una estrella, si ha de nacer, nunca puede empezar a brillar más que en un caos de polvo oscuro

martes, 3 de febrero de 2009

FRAGMENTOS DE LIBERTAD: V


"Tras las cuevas albergadas en nuestras cumbres el mundo hallará su igualdad promovida por aquellos que habitaron en ellas.

El hombre que sintió curiosidad y miro a la montaña y trato de comprenderla en su soledad más absoluta, fue atraido por ella a su cima escalando en la penosidad mientras otros a lo lejos, se reian de el y en el valle llevaban una vida de esclavos a la que llamaban comodidad.
Allí en la cumbre cuentan que aprendió a dialogar con sigo mismo y a auto comprenderse dominandose asi mismo. También cuentan que allí nació Dios, es decir la máxima aspiración del hombre.
En la llanura los esclavos crearon dioses para dominar a aquellos que les habían otorgado la libertad y les esclavizaron, sin saberlo se estaban encandenando a si mismos.
Pero tras el primer hombre le siguieron otros tantos disconformes con la vida de servidumbre que llevaban y una vez otorgado el supremo conocimiento, una vez todos viendo el caos reinante allá abajo decidieron reunirse y acordaron bajar y traer de nuevo el orden a los que eran de su sangre, pero a su vez les eran inferiores en espiritu.
El orden se impuso.
Pero nuevamente la historia vuelve a repetirse y necesita de hombres que acompañados de algunas mujeres asciendan y con aires nuevos renueven el aire de la cumbre y aprendan para poder innovar y llegados el momento desciendan de nuevo, pues ellos seran los veladores del orden.
Esto nos enseña que las sociedades unidas por una misma sangre se dividen en castas superiores (orden) y castas inferiores (caos). Lógicamente la primera domina a la segunda pues esta es como un cervatillo que sin saber andar y sin querer aprender gracias a su madre por más que trate de dar un paso siempre errara.


Ambas se repelen y a la vez se necesitan para poder cohexistir.
Pues este es el modelo universal por el que se rige nuestro Universo"

POEMA DE LA TRAGEDIA DE EDIPO


Madre,
madre,
quiero follarte,
quiero poseerte con mi corazón,
como a una diosa.


Padre, padre,
quiero matarte,
como a un enemigo,
quiero la vida
sin compasión arrebatarte.


Tarde de cuchillos,
tarde de silencio,
los caminos a Tebas,
de purpura tiñeron.


Tiempo que pasa...


Mi madre ha muerto,
la vida entre llantos,
a la muerte de mi padre,
noticias vinieron,
la muerte el corazón
de pena en amargura,
arrebató.

Oh hija mía,
amada Elektra,
por mi no llores,
hija y hermana mía,
más la pasión,
me obliga a amarte,
lejos, lejos.

Locura...

Mis ojos lloran sangre,
y mi corazón suplica a los dioses
ser desterrado,
a donde el tiempo pueda herime.


Me voy hija y hermana mía.
Adios, adios.

domingo, 1 de febrero de 2009

FRAGMENTOS DE LIBERTAD: IV


"Cierto, el hombre es un animal racional, canaliza sus instintos salvajes por medio de la técnica para afirmar contradictoriamente que no destruye si no que crea para proteger. Pero esta afirmación constituye otra contradicción, pues en todo progreso hay destrucción.
Por eso es básica la religión, pero la religión de los hombres libres que progresan por medio del intelecto allá en las montañas donde solo los más fuertes sobreviven, pues allá esta su templo, el templo que en su entrada una inscripción definida así se halla: el conocimiento otorga sufrimiento, pues nada se consigue si el hombre no lucha y no vence a su mayor enemigo, el Yo mismo"