lunes, 21 de junio de 2010

TRES CANTOS SOBRE UN MISTERIOSO SUEÑO QUE HACE POCO TUVE


PARTE PRIMERA EN LA QUE SE CUENTA BREVEMENTE MI CAMINO HACIA EL
DESCANSO, EL ENCOMENDAMIENTO DE MI SER A LA NOCHE BAJO SO PROMESA DE
DESCANSAR.

Anocheció el día,
cerró somnoliento el alba,
como aquella fuente
que agua deja de manar.

Y encintabasé la cadena de la vida,
a otro cierre era de esperar,
un día más una cadena puesta en broche,
cansado ante el altar de los dioses,
que a la postre orgullosos más son ilustres,
a un buen descanso ante ellos
mi alma encomendé,
con mis plegarias la verdad del alma,
y así les dije,
-vosotros lucháis por mí, Yo lucho por vosotros,
os ruego dioses dadme fuerzas para en esta vida
dichosa halla de encontrar mi razón de ser,
y ponga fin a tanta pena-.

Cuatro veces, dos veces repetí cada plegaria,
más contemplé sagrada la ramita de pino,
que sobre vino, aceite y sal reposa,
la sangre, la luz, la eternidad,
cansado a la luna posada en el cielo,
de lo alto de mi ventana con los ojos,
mis ojos alzé y más fui lucero y ella estrella,
cambiaron las tornas y con el alma la abrazé,
más dirigiome mi cuerpo bajo la orden de
descansar,
de promesas de el cansacio del alma,
la soledad de mi corazón,
bajo las sabanas tapando mi desnuded,
llagar,
cerré los ojos y a la oscuridad me encomendé,
desnudo de cuerpo, desnudo de alma.

PARTE II EN LA QUE SE CUENTA EL MISTERIOSO SUEÑO QUE PASÓ POR MI RAZÓN. EN EL CUAL ATRAVESÉ OSCURA CIUDAD HASTA UNA PLAZA, EN LA QUE OSCURO
HECHO ME ACONTECIÓ HASTA PASAR AL BOSQUE POR EL QUE POR DOS LOBOS FUI ACOMPAÑADO.

Había enterrado ya la lucidez mi pensamiento,
por misterio y por magia recuerdo que aparecí
en sombría ciudad semejante a la real,
de nombre Valladolid,
edificios del color del firmamento muriente,
caminos más aún oscuros que el primero.

Seguí sin razón mi camino a medida
que por los recuerdos me aventuraba,
entre las sombras caminaba,
de rostros sin nombre en el tiempo
paralizados, sin mueca de alegría ni pena,
sin vida a la postre cada uno de distinta
posición pagando su tormento se disponían,
en mitad del camino el cual seguía.

A medida que mis pasos andaba,
más sombras ivan de la nada surcando,
bajo el manto de la oscura noche,
no veía pero con mi alma seguía,
caminando entre la incertidumbre,
solo con la pena de ver a mis hermanos,
petrificados, pagando la pérdida de su alma.

Tener tenía miedo, pude haberme quedado con ellos,
pero algo me llamaba, una luz de entre las tinieblas,
a cada paso un alivió menos sentía y mi cuerpo
creía que de peso se despojaba.

Atravesada tal cárcel de la infelicidad,
atisbé al fondo color y creí ver
el camino hacía mi casa,
andaba más rápido y notaba cierta ligereza
en lo externo a mi alma.

Una plaza redonda de arena color alba,
en el centro unas rocas,
y una anciana allá con dos perros,
uno alto fuerte y robusto más el hijo de Cancerbero,
a su lado fermín hermoso pequeño le acompañaba,
de la correa agarrados por la anciana,
de castaños cabellos, nariz picona, rostro pálido,
ojos azules, cubría su cuerpo con manto marrón,
tal vez de las tierras de Castilla, no lo sé bien.

Seguí mi camino con el miedo de ser atacado,
dí más pasos y vino corriendo hacía mí el pequeño,
más tuve recelo y miedo, seguí caminando,
un par de pasos más y dejo de seguirme,
más vino el grande y esta vez sentí
que pérdido estaba y que de ahí no saldría,
y no se imagina ud. lector cuanto miedo pasé,
mientras vueltas daba alrededor de mi persona,
sin daño hacerme más eternos segundos,
como un año entero pensé que estuve,
hasta que en mi rescate vino la anciana,
más los perros a su voz suave obedecieron,
y lejos por otro sendero del parque marchó.

Pasado tal susto enfrente mío,
gran cuesta tuve de hormigón,
era por donde a mi casa se accedía,
así que me dispuse a subirla,
más fue mi sorpresa que no podía,
aún valor tuve para subirla escalando,
pero la frustración era tal al no poder hacerlo,
que enfrente mío paralelo a la cuesta,
otra subida, un sendero hacía lo alto
se me abría como única alternativa.

No esperé a la nada y me aventuré,
por un sendero que por un bosque discurría,
sin luz vi una lampara de aceite la cual prendí,
sirviome como luz entre los pinos,
hasta que dos lobos derrepente se me aparecieron,
custodios de la naturaleza,
sentí miedo pero no huí de ellos,
seguí caminando entre las sombras,
bajo su compañía,
y empece a sentir tranquilidad en mi subida,
hasta que terminada estuvo me giré
para dar gracias a mis compañeros,
que al girarme vi como en el bosque,
se perdían.

TERCER CANTO EN EL QUE SE RELATA LA APARICIÓN DE LA LUZ EN EL CIELO Y LO
QUE SENTÍ. HASTA MI DESPERTAR.

Había subido el bosque,
dejado atrás a mis compañeros,
ya estaba enfrente de mi casa,
cual fue mi sorpresa al mirar con mis ojos al cielo,
el Universo entero se había acercado hasta mí casa,
un millón de luceros, un millón de espigas doradas,
venidas de los más lejanos
confines del firmamento,
bañados por la noche.

No sabe lector lo que sentí ante tal espectáculo,
una felicidad inmensa me inundo,
sentí la paz y la armonía en mi vida,
más ya no era cuerpo sino lucero,
brillaba y brillaba,
sonreí de la alegría,
más me fui con ellos,
siendo mi alma elevada al cielo,
a mi hogar pues me ví alli,
lejos de agreste este mundo,
allá arriba mi razón de ser estaba,
y recuerdo que ahí me quede,
lleno de paz amado eternamente,
velando por el presente,
velando por el mañana,
y más no recuerdo.

Desperté pues ya el día se había abierto,
de nuevo el astro Rey otro día abierto,
la luz del cielo claro al despertar
me inundaba,
y sentí paz pero por ende pena,
de que solo fuese un sueño,
más ahora tenía que por sombras
con mi existencia continuar.

Tal vez fue sueño, tal vez fue un mensaje,
enviado desde lo más profundo del firmamento,
incitándome a luchar más promesa
del final que me espera,
si la razón de mi existencia algún día encuentro,
sé que veré la luz,
y a casa tras pasada esta vida volveré,
con las estrellas, a mi hogar,
y otros serán cenizas Yo lucero,
ellos ríen ahora, Yo lloro,
pero lucho por la vida, por algo más,
y ese es el precio del saber,
la soledad,
pero luchar sigo por la verdad.

FIN