lunes, 28 de junio de 2010

LA TIRANÍA DE LAS IDEAS


Durante las reformas de Lutero, Calvino y contemporaneos posteriores Europa asistió a la destrucción del maligno, dado que el mundo empezó a dejar de concebirse como una expiación, que en un principio partía de la base de pecar u ofender a la belleza, a la armonía terrenal de todas las cosas que conformaban el alma del mundo o ethos en griego. Fundamentándose esta destrucción en que nada malo partía del hombre según Rosseau, y que el hombre era lobo para el hombre, pero que así mismo obtenía redimento o petinencia mediante la imposición de la figura del soberano, planteamiento de Hobbes. Del mundo desaparecía el mal absoluto, idea que era considerada como inductoria al albergarse en la cultura europea como causante de todos los males que cometía el hombre, obligado por su Yo pensante. Teniendo una visión del mundo tanto idealista en el que los errores son dictaminados por el soberano o dirigente, y el sujeto acometiete es castigado por el estado, pero en nada su conciencia se siente recriminada, dado que en su moral no se alberga la idea de mal.

Esta tesis ha sido llevada a tales extremos durante las diferentes revoluciones que ha derivado en el materialismo contemporaneo más propio de Marx, y en el conservadurismo de Carl Smith, en el que predomina fuertemente la figura del soberano y la desaparición del ente individual, que era el encargado de ordenar y establecer los medios para evitar esa jerarquicación de las escalas sociales, que a medida que pasan las decadas van adquiriendo hegemonía sobre la base del estado, llegando a superar en poder a las demás bases, finalizando en la guerra civil.

Esta forma de ejercer el control sobre el estado no hubiera sido posible sin la división de este en dos poderes adicionales a la figura del mandamas. Por un lado la religión que ha actuado como forma de condensar las voluntades de ese territorio determinado, y aunarlas en una sola conciencia que actuaba de juez y de intermediaria con el alma más profunda del hombre, dictaminando las ordenes del soberano por medio de la religión, influyendo de sobremanera en la toma de decisiones de los individuos. Luego tenemos a la filosofía. La ligación de esta última al dúo de poderes (religión y soberano), ha sido uno de los hechos más dramáticos de estas últimas edades en la historia reciente del hombre. La filosofía en un principio se planteo como forma de luchar contra la burguesía, de crear el estado perfecto atendiendo a todas las necesidades posibles de los sujetos dentro del estado, conforme a un modificamiento progresivo de las reglas de juego. Culminando por desgracia en la siguiente frase: "filosofar con o sin el pueblo, al lado del soberano de turno". Pasando a ser una herramienta de educar a la sociedad en los principios del soberano para evitar posibles cambios en la tiranía o gobierno que este pueda ejercer sobre los demás.

Así de esta forma hemos llegado a la tiranía de las ideas, a su pérdida de libertad, y al fanatismo, dado que sobre estas actúa una entidad moral superior a la conciencia, Dios material, intermediario entre el soberano y el individuo, perdiendo su naturalidad, su razón de ser. Pues antaño Dios era el uno mismo, encargado como hemos dicho, de fijar las normas que equilibrasen la tensa convivencia con los otros.