sábado, 8 de enero de 2011

CARTA DE UN PAGANO


Me siento sin fuerzas, y digo sin fuerzas porque no las tengo, las he perdido. Solo deseo estar solo, con mi animalito, cuidando de él, pues es con él cuando me siento feliz y le miro a sus ojitos, y le veo moverse cuando soy feliz, cuando me siento tranquilo, pues los animales a diferencia de las personas, son seres nobles carentes de codicia y por lo tanto carentes de maldad. Ellos solo saben ser leales si tu eres leal con ellos, y quererte si tu les quieres, yo solo aspiro a eso, a vivir en paz con él.

Ahora he vuelto a esta tumba llamada Valladolid, en donde la vida fenece por cada calle hedionda de miseria, hedionda de consumismo. Una ciudad oscura y tenebrosa de la que si tuviera algún medio, gozosamente me iría. He estado hace unos días en la montaña, y me he sentido también, muy feliz. En la soledad mientras en bicicleta o caminando el sol me doraba, y yo me sentía un jinete por mi tierra, mientras el viento alborotaba mi cabello, y la tierra me brindaba alegría. Me sentía en mi casa, sin miedo a que me comieran los lobos, sin miedo a que me resbalase con la bici por ciertos tramos helados y me fuese por alguna pendiente; sin miedo a morirme de cansancio, mas he deseado morirme allí, pues de hecho fuí con la intención de morir, de suicidarme con algún cuchillo si tenía ganas, y perecer en mitad de la belleza, formando parte de ella. Allí alejado de todo vicio mundano, con lo básico para vivir, y pasando por pueblos con cuyas gentes gozaba de alguna conversación en algún bar tosco pero sencillo. En donde mi corazón supo encontrar a esa España tan defenestada por muchos, amada por pocos. Allí, sin pensamientos absurdos sobre el circo de nuestros días, pensando solo en vivir cuando tenía la esencia de la madre Tierra, y pensando en morir si veía que no podía más. Afortunadamente o desgraciadamente estoy vivo...

Ahora camino entre las gentes de esa ciudad de nombre Valladolid, y no me siento como la gente que se suele llamar normal en alusión a su condición borrega y sumisa. Me siento como una sombra, como un fantasma que vaga de un lado a otro, pensando en cosas que pocos entenderán y por las que muchos me odiaran. Solo pienso y recuerdo en cuando estaba perdido por la sierra, en silencio, aventurandome por carreteras que a sitos que no conocía me conducían. Y mientras pasaba por bosques, pedaleaba por las carreteras que surcan las laderas de la sierra, sin pensar, solo veía y me cuestionaba la absurdez del mundo en el que vivo. Unos que buscan poder, otros que los critican, y un pueblo llano que les ríe las payasadas, mientras navega por un océano de pasiones que no conoce, y de las que con poca o mucha energía, presume y actua sin saber porque cree que lo sabe todo. Es por tanto que he decidido firmemente no saber nada, porque así no sé nada de aquello que me amarga y acelera mi destino fatal. Pues es cuando estoy alejado del mundo cuando lejos, muy lejos de sus vicios, siento que solo me debo a una causa alejada de los fantasmas patrioteros de la propaganda y de las ideologías dictatoriales, una causa que va más allá del beneficio materialista de unos cuantos o de una población. Una causa que solo se siente si se esta capacitado para ello.

Yo es evidente, que he optado por no saber nada, al contrario, prefiero no saber nada pero sí sentir mucho, pues hay cosas que no residen en ningún sitio, no tienen lugar en el mundo al igual que mi vida, solo se sienten, son como barquitas que de un lado a otro, mientras naufragan por la tormenta del destino, navegan, y con ellas tratan de repartir sus esencias. Por eso hijo de una Patria en ruinas he decidido solamente eso, no saber nada y vivir mis días en paz. El mundo me es absurdo, he dejado de ser persona y como alguna gente dice, aunque no se quienes, pero lo intuyo sin importarme lo que digan, me he vuelto salvaje, he abrazado a la naturaleza, a mi autentica patria. Y me siento feliz y a la vez triste por ello. Feliz por sentirme en casa, abrazado por el cielo y por la tierra. Triste por haberme alejado de una humanidad a la que siempre me pesará, no entenderla, aunque desde lejos, desde el infinito, amarla.

...Recuperate amigo mío...