domingo, 5 de septiembre de 2010

CARTA DESDE FRENTE DESTINADA A LA LIBERTAD DEL MUNDO


Escribo por escribir, palabras que son izadas al cielo, ondeadas por el viento, incineradas por el fuego, y ahí queda mi legado, entre las cenizas. Más me siento cansado, de vivir en unos tiempos que no son los mios, y no se porque lo digo, porque leo a Tolstoy y me doy cuenta de que los tiempos son los mismos, que nada ha cambiado, y entonces me pregunto el por que debo luchar, el por que debo yo ni tan siquiera pensar. Estallan cientos de personas, cientos claman a la dictadura, y entonces me levanto con el corazón, salgo al campo de batalla y mi vida pierde su sentido, solo queda mi sangre, mi legado, entre las cenizas se consume mi pensamiento. Más tengo miedo, tengo miedo de los tiempos actuales, y entonces lloro, lloro de angustia, y chillo de rabia, maldigo, juro venganza, contra aquellos que me están arrebatando la vida, que me han despojado de la belleza. Y es entonces cuando veo a mis amados, a mis obreros, temo por ellos, porque les veo que tienen esperanzas y por eso temo. Sé que merecen temer esperanzas, ellos que han cargado con toda la miseria que una minoría o reducido grupo de gente les ha impuesto a lo largo de la historia; ellos que han ido a morir a tierra de nadie por corruptos y por nobles monarcas y nobles, que no era la patria lo que ellos amaban, sino la servidumbre, pero el obrero ha muerto sin esperanzas, centenares de miles de familias han llorado a sus padres y a sus hijos; la tierra ha llorado sangre, el cielo a recibido sus almas, sus gritos de agonía, mientras morían por defender tierras de nadie de nombre patrias. Han trabajado duro, y ahora me pregunto donde estan aquellos obreros que se levantaron equivocadamente en pos de sus derechos, ¿donde?. Y la niebla se disipa y veo tumbas por doquier, veo oscuridad por entre las calles; veo sangre a borbotones, veo a mi tierra morir en la codicia, en las apariencias, y es entonces cuando pienso el error en el que hemos caído al idolatrar al poderoso. Y pienso en este último y me doy cuenta de que solo quería morir como ocurrió en la revolución comunista, otros no, pero otros sí, y explotar al débil fue su satisfacción de saber que el débil algún día le mataría, le libraría de su miseria moral y el daño se traspasaría a los débiles. Los débiles serían igual de codiciosos que los aristócratas, la mayoría de ellos solo tendría migas. Una riqueza moral se instauraría en sus corazones y eso les haría matarse entre ellos.

Ahora la historia se repite. En los medios escucho a politicos de un partido y de otro usar términos que se ajustan más allá de los insultos. En los mitines la gente les aplaude, de un lado y de otro, ambos repiten la misma gesta, subordinarse ante los poderosos. Unos son obreros y sueñan, sueñan con tener más que es lógico, pero se niegan a superar las diferencias morales, muchos de ellos quieren que la historia se repita. Pero otros están por estar, en el fondo les gustaría recibir un abrazo del prójimo, ver a este país pacificado, pero no pueden porque saben que es lo incorrecto, porque existe otra moral...
En cambio los otros son peores, mucho peores, no tienen sueños, su ambición no tiene límites, su amor radica en las apariencias, porque ya no tienen sueños. Son mucho peores que los peores que en la historia de este país ahora mismo pueda haber. Solo sueñan con mantener al igual que sus homólogos del otro bando político una aristocracia donde nadie se pueda mover, y en sus filas hay también obreros, gente normal, y ellos lo saben, saben que pueden enfrentar no a las ideas, sino a los corazones; saben que pueden abrir una brecha en el corazón español, desunirnos y hacer que la defensa de nuestro país se pierda, y la batalla se libre mediante la desunión de todos contra todos...

La historia se repite, me siento como Tolstoy, mi nuevo mundo es un mundo en llamas. Por doquier veo al fuego, y como si Moscú callese ante Francia, veo a mi mundo caer ante la ignorancia. Salgo a la calle y chillo, pues este no es el futuro del presente que hace tiempo me contaron, no, este es un mundo más oscuro. Los intereses se ligan, y me siento joven, pero pienso que mi alma arde en la oscuridad, y me pregunto cuanto tiempo me puede quedar si en mi mundo no hay amor, no hay esperanza. Mis hermanos y lloro, se encadenan, asumen su muerte,-¡que locura!-, exclamo, y nadie hace nada por evitarlo. La sangre de nuevo brota, por mi mundo la vida es incinerada, la gente se transforma en piedra, pero otros van al frente, van a morir por sus amos. Se encaminan a la muerte con la mentira, los cesares del mañana que no serán apuñalados por la plebe, sino que serán ellos los que salten sobre su espada, su grito se rompa en mil pedazos, y sus amos repitan la historia. Y es entonces cuando ya mi vida pierde su sentido, en un tiempo que no me pertenece, en mitad de la batalla, mientras veo a mis hermanos apostados a un lado y a otro batirse en duelo. Unos caen y son olvidados mientras sus ojos miran y su mano posa en la tierra, como pidiendo perdón, y la otra trata de agarrar un puñado del alba. Los demás siguen batiéndose, unos mueren y otros viven, los que mueren al menos son recordados por sus amos, su muerte vale dinero y por ello saben que al menos tendrán ganado el cielo, porque el cielo es la Bolsa, su muerte representa una subida de los intereses impuestos a una nación, porque con cada muerte se mantiene un pedacito de tierra de nombre derechos humanos a costa de explotar a los hijos de los hermanos que van sucumbiendo a la batida. Pero los que viven...que sus dioses los acojan, pues la vergüenza y el odio de los demás cargarán contra ellos. Serán llamados terroristas, otros los llamaran fanáticos, y otros de otras tierras, mercenarios. Será entonces cuando su muerte valga dinero, cuando se arrojen como sus hermanos, a la espada que llama a vivir tras la muerte, pues el cielo es la Bolsa, la naturaleza es el infierno.

Me siento y murmuro, ya no quiero vivir más, me siento cansado de existir, a veces por estar desnudo, por haberme despojado y huido de mis amos siento frío. Frío porque veo a amigos mios traicionarme, a personas leales irse con el enemigo, y tratar de hacernos creer que solo así nuestra victoria en tierra de nadie se conseguirá. Pero no, los amigos de mis enemigos solo abrazan al odio, abrazan a la corrupción, son aún peores que los otros. Estos tratan de conseguir convencer al pueblo usando nuestra bandera, la de la libertad. Ante nosotros se ocultan, se ponen nuestras botas, fuman nuestros cigarrillos que nuestros amigos que no saben nada comparten con ellos. Luego al hablar con ellos, solicitar su compañía para ir al frente huyen, te cierran las puertas, no te dejan pedirles ayuda para combatir, pues en muchos casos la edad acompaña, y en muchos casos, la edad es una enfermedad que ciega a la furia de la juventud. Se niegan a cambiar las botas porque creen que se avanzará más con las viejas, y gracias a su estúpida prepotencia, muchos de nosotros caemos, mis camaradas abandonan o mueren de pena en el camino. Otros les vivimos, para ver como por la prepotencia de unos cuantos, pagamos todos. Porque es ahora cuando debemos cambiarnos las botas, y poder avanzar más en la batalla de las ideas. Los jóvenes debemos ejecutar sin remilgos a esta casta parasitaria y expulsarlos de la batalla. Ellos que se queden para contar batallitas, o sean los cuerpos que falsamente nos hagan recordar viejas historias para limpiar el camino de escombros, y podamos pasar. Nosotros tenemos que seguir, y no podemos escuchar a ese tipo de traidores que luego se alían con el enemigo, piden su apoyo y venden su alma a la corrupción.

Avanzamos, es cierto, hemos caminado duro, y pese a que antes debemos expulsar de nuestras filas a los obstáculos que nos impiden renovarnos, a los que se alían con el enemigo, seguimos caminando. Pero eso nos da fuerzas para caminar,porque cuantos menos seamos más pura será nuestra idea y más limpia la batalla, la batalla por la libertad. Y antes, lo digo, podremos al ir más ligeros de peso, abrazar a nuestros hermanos y posicionarnos todos ante una misma batida. Una misma batida contra los poderosos, los que nos dividen en bandos, los que hacen de su vida una codicia misera y arrogante. Entonces más ganas tengo y tenemos aún, de ver a nuestros antiguos compañeros a tiro de nuestro corazón, porque más rápida y lenta será la batida. Ellos pagaran su traición, los poderosos solo recibirán aquello que mas quieren su fin. Y la justicia se hará en este mundo, en mi mundo, porque solo es el afán de gobernarnos a nosotros mismos lo que me hace caminar. Un mundo sin burguesía, pero también sin tiranía de los obreros. Nada de eso, un mundo de democracia, donde cada uno tenga derecho a manifestar su felicidad como quiera, y la propiedad emane de los sentimientos de amor y de paz hacia el pueblo. Que lo material emane de las manos, que sean estas las que lo fijen y lo determinen y no al revés como hoy pasa. Entonces habrá belleza, el mundo será paladín de sensaciones. Y la sangre que en un pasado se derramó por los codiciosos será recompensada viendo germinar auténticos jardines donde los frutos de un pasado serán recogidos por cada nación, sus frutos. Entre todos, el justo respeto a cada pueblo
hará que el mundo no llore más. Y si hubiera de nuevo lucha, al menos esa lucha la llevaría el espíritu de lo humano de fijación y autodeterminación, pero claro estamos hablando de el conocimiento, ello solo entrañaría superación y superación. Ya tenemos suficientes conflictos como para escribir en nuestra conciencia a futuros.

Y dijo Tolstoy que el ocaso de Rusia en los tiempos de guerra sería el cambio, un nuevo horizonte se perfilaría, y la derrota de Francia sería el principio del final de un tiempo, la adveniencia de otro. Y dijeron así mis palabras en el ocaso de los tiempos, en el fragor de la batalla, que tras este mundo, un mundo nuevo se perfilaría, un mundo de paz. Pero ahora estamos en la batalla y son solo esperanzas en un mundo vacío, en mundo de roca, que se resquebraja por dentro fruto del desengaño y el desamor.

Combatamos pues por la libertad, por el renacimiento de una nueva historia, un nuevo germinar del mundo. Nosotros, el pueblo unido frente a los codiciosos. El pueblo por la libertad, por la suya y por la de los demás.