lunes, 16 de febrero de 2009

LA BONDAD DE LAS VIEJAS PALABRAS, ARROPADAS EN EL BELLO SILENCIO


Ocurre a veces cuando uno da un paseo por su amada ciudad, en mi caso Valladolid, movido por su propia curiosidad propia de la juventud apasionada. Que degusta pasear por rincones recognitos por los que solo el propio tiempo, lucero, camina a merced del murmullo del viento mezclandose con la música del silencio mientras en la noche se va tejiendo el despertar de esas palabras que un día veran de nuevo como antaño la luz, y con esta, su gloria.

Rincones que guardan su espera a merced de ese alguien mismo les despierte en mitad de su sueño eterno en el que se resguardan de la tormenta del olvido, pero resguardados de ello por algunas personas, monjes de las palabras, cuya misión es preservarlos de tal letargo, ocultando grandes secretos a ojo del público desinteresado, movido por el ámbito de lo comercial, que ni busca ni encuentra, se siente perdido y trata de hallar su felicidad en los tópicos en los que buscan darse una identidad.


Ocurrió que un día de esos tropeze con uno de ellos por el mero azar, en una de mis poco frecuentes incursiones a esos territorios vedados para la inmensa mayoría de los que a diario transitan las tumultuosas calles de una ciudad, hedienta a frivolidad e hipocresía, pero bella por dentro, resguardada a la bella sombra de estructuras de metal, frías y resplandecientes a ojos de necio.

En una de esas calles por las que pocos se aventuran, tope con una librería semi enterrada en la sombra entre las columnas de alguna plazoleta histórica ubicada en pleno centro como resguardo para los que huyen de el día y la noche.
Datada de la época de los Felipes aquí en Valladolid en pleno apogeo y capital del Imperio Español siendo allá en sus tiempos gloriosos, en los que esta ciudad era una Villa con una incipiente vida comercial que aun esperarían muchos años más hasta no bien entrado el s.XVIII con las primeras revoluciones industriales para darla un nuevo aire a modernidad, y otro a decadencia con las sucesivas protestas de sindicatos y las movilizaciones de los altos mandos de el generalato provincial que desesperados, buscaban un lugar en un pais en constante transformación.


Resguardada una vieja librería majestuosa, se mostró ante mis ojos cargados de extrañeza por tanta curiosidad los llenaban. En cuya puerta halla base una vieja inscripción: "Librería y anticuario", acompañada de un sinfín de rótulos más ocultos en las corroídas puertas que la protegían de el tiempo que viejas historias acerca de viejos certamenes de poesía para los brillantes literatos de su época, asi como anuncios de sencillas competiciones en las que se llamaba a las personas a mostrar el brillo de el devenir de sus pensamientos.


Lo que allí observe cuando entre por fin tras tantos debatires internos, por miedo y extrañeza no fue a menos, que impresionante; Pues nada más entrar una persona de avanzada edad miro me a aquellos ojos de joven e inquieto navegante con el saludo típico de un octogenario fallecido por fuera, pero revivido por dentro.
Saco me preguntas por descubrir mis intenciones no viniera Yo a ser intruso y mangante, aunque con el murmullo de mi corazón basto se de más , y el dio me respuestas acerca de mi súbdita presencia en aquel reino misterioso tratando a su vez de dar consuelo a si mismo al volver a verse de nuevo en el gustoso placer de la compañia de marineros como Él, cuya única luz bastaba, era la del alma, para adentrarse en esa constante oscuridad.

Reino en el que mudos permanecían cientos y ciento de viejos libros de autores cuya presencia notaba como si de una fiesta de la cultura se tratase cuando a sus obras te acercabas. Estas provenientes de antiguos dueños que habían visto en su destino la necesidad de confiar las palabras a alguien en el cual se pudiera confiar la historia y los recuerdos por los que aquellos libros habían sido palpados por innumerables manos fruto de la admiración y la curiosidad de sus antaño lectores de un sinfin de generaciones, por el afan de sumergirse en nuevos mundos que les transmitiesen al igual que Yo, cosas; Esperando anécdotas,historias, y saberes ya a día de hoy, en la memoria colectiva lloran, perdidos.

Aquel aroma que se desprendía de cada uno, aquel aroma a centenaria sabiduría, inconfundible por el desgaste del el tiempo que los iva devorando. Mezclabase con el silencio, bello silencio en el cual su sueño continuaba. Sin duda del silencio surgía la música una vez que en su interior mis ojos se sumergían y derrepente todo aquello se transformaba en dulce melodía para mis ojos, que absortos por un momento habían viajado hacía otros mundos, hallado en el subconsciente.


Lo que senti fue sinceramente la felicidad hallada, saber que el legado que unos pocos crearon es continuado y preservado por personas que saben que su misión es al igual que haremos nosotros, servir de eco de un tiempo feliz de cara a las nuevas generaciones sedientas de conocer aquello en de lo que sus corazones forman.


Este pequeño relato esta dedicado a aquel fantantisco librero que día a día, pese a que los años le hacen preso de si mismo, sabe romper dichas cadenas con la fuerza de su corazón, en tan noble empresa.

Gracias Maestro

Seneca. Aforismos: XXII


"En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto"