domingo, 11 de enero de 2009

GIOSUÉ CARDUCCI: IDEAL


Desde que un vaho suave de ambrosía
que tu copa difunde en mí me ha envuelto,
Hebe, que sonriente pasas
y te alejas con vuelo de diosa,

no siento en mi cabeza ya las sombras
que proyectan los años y los fríos
afanes; Hebe, por mis venas
la vida helénica mansa fluye.


Los días que el declive melancólico
de la edad destrozó, resucitaron,
y al dulce claror tuyo, Hebe,
sienten apremios de renovarse.


De entre la bruma yerguen impetuosos,
Hebe, los años nuevos en tu cabeza
hacia tu rayo sonrosado
que, trémulo, al nacer los saluda.


Desde la altura, tú, limpia estrella,
les sonríes. Así en góticos templos
y entre doble hilera de agujas
blancas y negras que se proyectan.


rápidas y marmóreas, a lo alto,
en el pináculo supremo se alza,
envuelta en centelleos de oro,
la virgen de davídica estirpe.


Desde su altura ve ríos de plata
que riegan la llanura verdeante,
pueblos, mieses que ondulan, nieves,
rutilantes en las altas cimas;


cruzan nubes, volando en torno suyo;
ella sonríe, por encima, fúlgida,
de mayo a las albas floridas
y a los tristes ocasos de otoño.