lunes, 17 de enero de 2011

EL ERROR DE ODIAR


¿De que sirve odiar?,¿que es el odio a fin de cuentas? Y tras estas dos preguntas me doy cuenta de que el odio solo es miedo, miedo a lo desconocido. Es más, odia quien es débil por diversos motivos, cada cual más estúpido, como la envidia. Muchos creen que mediante el odio y por consiguiente la acción que culmina en la violencia contra el objetivo, creen que serán más fuertes. Pero se equivocan, solo se guardarán las apariencias, y por ende, como piedras serán más duras, pero por ende,más débiles y como tal sufrirán. Tal será su dolor que por sí mismas, sin necesidad de que alguien las golpeé, se resquebrajarán por dentro. A todo eso conduce el odio. Pues la autentica fuerza emana de la capacidad de amar y de luchar por los más débiles obviando a las ideologías y a las razas. Unos para justificarse y ampararse en su capacidad de odiar se ampararán en que fulanito o los fulanos le o les hicieron tal daño, y por ende sería justo vengarse por ello y consumar su odio, pero ¿para qué? En lugar de eso, su placebo será momentáneo para después darse cuenta de que no sentirán esa necesidad y de que ya no habrá un mañana. Pues amaron al futuro, a la acción vengante que en un punto del futuro en su imaginación culminarían. Y por ello no se preocuparon de vivir el momento, toda su vida además de haber sido un engaño, se habrá desperdiciado en pensar un algo que nunca se sabría si pasaría, y de haber ocurrido como tal, su presente pensando en tal fecha se habría desperdiciado.

En lugar de eso se podría haber perdonado, pero no olvidado como lección para evitar que la misma acción y el mismo error se cometiese por la persona o las personas vengadoras, para ello el estado ya se encargaría de cumplir su función. Si hubieran perdonado por consiguiente habrían amado, esto es, se habrían dado cuenta de la debilidad de quien/es cometió/eron el daño, y no solo para evitar ser como el/llos, sino para darse cuenta de que todo poder se asienta sobre una debilidad, nuestra condición humana. El niño o la niña que todos llevamos dentro.

Es pues además el odio la mayor ceguera que una persona puede tener. Cuando odias solo ves aquello negativo que deseas ver, recreas con la mente a aquello que odias, y a medida que sigues haciéndolo, el aquello cada vez más se va desdibujando de aquello que realmente es. Nunca el objeto de odio será real, sino que será como el individuo quiera que sea, y al final será el odio el que terminará por extenderse hacia el odiador, y como tal, al no poder ver otros objetivos en su vida, al no apreciar la grandeza y la sencillez que conforman nuestra vida cotidiana, al final terminará por odiarse a sí mismo.

A titulo particular y sincerándome, he de reconocer que yo antes odiaba, me movía por el fanatismo y usaba el odio como forma de justificar que lo que yo creía era verdadero. Poco a poco me fui creyendo superior, hasta que un fatídico día tuve un accidente, y fui ayudado por aquellos a los que anteriormente odiaba. Pero ellos no me odiaban, sentían compasión por mí, porque me debatía entre la vida y la muerte. Por que era humano, más allá de lo que era, era una persona, y por lo tanto sentían que debían de ayudarme. Al principio lo pasé mal, muy mal, traté de luchar por mí cuenta por recuperarme, pero fue imposible debido a la gravedad de mi estado. Me recuperé porque entre todos más allá del deber, con cariño me ayudaron. Y poco a poco de pasar a odiar, aprendí que en el fondo hasta el más cruel tiene sus sentimientos, y es cruel porque se siente incomprendido. Por lo tanto es fuerte aparentemente por fuera, pero débil, muy débil por dentro. Él odia por rencor. Pero yo tras mi accidente he aprendido a amar a los débiles, porque todos independientemente de su condición ideológica o física, son personas, por lo tanto he de amarles y de ayudarles. Porque es cuando les amo, por pequeña que sea mi manifestación cuando más feliz me siento y hago las paces con migo mismo. Pero más allá de ello, un algo, una esencia en mi hasta hace poco desconocida, que me impulsa a amar sin recibir nada (bueno, sí, una sonrisa como mínimo jeje), ha aparecido en mí ser. Pienso que quizás sea la virtud, aquella que ha de engrandecer mi corazón mediante la humildad.

Es ahora por primera vez en mi vida, cuando empiezo a reconciliarme con el mundo, a luchar por causas justas que van más allá de recibir algo a cambio, aunque sea con pocos medios como la palabra, pero algo es algo y menos es nada. Pues tal vez como tantas veces me he reafirmado en ello, no llegue a cambiar el mundo movido por el sueño de mi juventud. Pero tal vez y en eso no me equivoque, cambie lo que me rodea, pues pienso que cada persona es un ser especial. Ya me merece la oportunidad, muy grata, aunque solo sea hacerlo con una, más allá de los dogmas que nos esclavizan y de los prejuicios que nos someten, más allá de las razas y de todo lo físico, por todo ello merece la pena luchar.

Sobre odiar a los opresores, pues mi odio hacía ellos también podría valer para extenderlo sin darme cuenta hacía los demás dado que soy humano, pues no les odiaré, solamente les detestaré y les compadeceré por su tormento. Tormento que yo no siento.

Un saludo.