lunes, 16 de abril de 2012

UN DÍA EN LA FERIA MÁS FOTOS

Un día en la fería, un día en la feria es soñar, olvidar, y ante todo recordar, recordar tiempos ya pasados en las que el alma humana era pequeña, inocente, frágil pero soñadora, soñadora con mundos mejores. Pero los años pasan, nos hacemos viejos, y vemos a nuestros sueños romperse entre sollozos, y cada día que pasa nos miramos al espejo, nos quedamos mirando...Pasa el tiempo, y en el fondo de cada uno y de cada una, muy en el fondo late todavía esa inocencia de volver otra vez a ser crios y jugar, olvidarnos de la mierda esa de la madurez, y ser felices. 

Con el tiempo, jóven, idiota, fuerte, cabezón y estúpido, he ido cayendo en la cuenta de todo ello. Me he dado cuenta de que madurar no nos hace mejores sino peores; nos esclaviza a nuestras propias pasiones, no nos deja vivir, nos obliga a estar constantemente pendiente de ellas, controlandolas por miedo a que se nos escapen y los demás nos miren mal. Y entonces ya las risas mueren, y con ellas muere el propio sentir de cada uno y de cada uno, muere la inocencia y el ser humano se transforma en crueldad, y la única solución ende, es la muerte, y con ello la restauración del ciclo vital de la vida de lo que tanto se habla en las mitologías paganas.

Pero siendo breve, tras esta breve enunciación voy al grano. El otro día me animé a adentrarme en un Holy Worldo de esos que tanto proliferan por la costa, un Worldo para todo el público, en donde las bellas mujeres se dan la mano con machos iberícos que deseosos de mostrar su ardor guerrero, se retan entre ellos para montarse en las atracciones, y sea de paso, follarse a la putona maciza de turno tras haberse cagado en los pantalones y haberlo sabido disimular frente a su rival; En donde los guiris, la mayoría con enormes fajos de billetes, para aferrarse en vano al anhelo del recuerdo, se fotografían con sus hijitos, ellos buenos padres, aunque solo sea una vez al año, y a ese monin dentro de unos años se le vea haciendo botellón, y a la nena tan rica ella a sus cinco añitos, diez más y terminará siendo putona de algún pub de la esquina, y papas y mamas sonrientes ahora, mañana se verán aferrados a fotografías, a vagas añoranzas del pasado, viendo como el tiempo pasa, y sus carnes se van pudriendo con el paso de los años.

Y bueno, el caso es que mi visita en solitario tenía varios motivos. Uno de ellos era el de sentarme, fumar un cigarrito alejado de la gente, en el mirador que ahi arriba del parque, con un cafecito en la mano, y contemplar a toda la fauna en sus felices vidas. Otro era contemplar a los niñitos y las niñitas, sus caritas sonrientes, sus tambaleantes pasos por el mundo a la vera de sus papas, sonrientes, montarse en caballitos con ojos de cristal, corazón de madera. Y el último, era el de verme a mi mismo en esas atracciones fotografíandolas, y no jeje, no es que me montara en un caballito y cosas de esas, que ganas me dieron, y así de paso mandar a la mierda los estúpidos convencionalismos que cada vez menos rigen mi vida. Más bien la de captar su esencia desde lejos con mi cámara fotográfica y un tripode, consiguiendo primeros planos totalmente inmoviles, y secundarios en movimiento como se verá en las siguientes fotos. Como anecdota contaré que bueno, no me monté en el caballito,  pero sí que me monté en la noria, y con el malestar que me produce elevarme a cierta altura en un artefacto mecánico, pues bueno, el caso es que lo hice y desde arriba hice una panorámica del parque, y aproveché para hacer fotos psicodelicas que luego en casa terminaría de retocar.

Sin más un saludo y buenas tardes.