domingo, 19 de diciembre de 2010

CRÓNICA DE UN DÍA EN BICICLETA


Comienzo a escribir estas líneas con cansancio, pero a la vez con alegría, alegría de haberme superado a mi mismo, y saber que en breve liberaré mis instintos de salvaje. Iré a la montaña y allí hablaré con Zaratrusta. Antes de eso he decidido ponerme a prueba, saber si seguía siendo el Alexander de antaño, aquel Alexander al que le gustaba sentir el frío, el dolor y el cansancio, así como la soledad del ser huyendo de la civilización. Buscando perderse entre la niebla del invierno, perderse por caminos que solo conducen al destierro, al lamento por los que el ser, solo y a la intemperie, camina o mejor dicho, pedalea. Y por ello os quiero contar lo que hice ayer estimados lectores, para incitaros a vosotros a comenzar o a seguir haciéndolo.

Ayer sábado me levanté, pero de manera diferente, a los dioses por haberme dado tan esperado día al fin, gracias les dí. Miré al horizonte desde mi habitación y nada agradable sabía que si salía me esperaba. Desayune poco, lo justo para mantener al cuerpo con algo de energías, me cogí una camisa térmica de estas finas de cuando por mi juventud temprana hacía piragüismo, me enfunde un par de guantes, pantalones y zapatillas, así como una braga. Lo justo para conseguir lo que quería, pasar frío. Salí del garaje con mi bicicleta, tenía que atravesar la ciudad dado que me despedí del mundo, sentí lástima por la gente que se despierta y va a orar a los templos del consumismo; sentí compasión por los que en la miseria trabajan, y mis lágrimas a medida que me iba alejando se disipaban.


La temperatura en la ciudad a las once de la mañana era de -5º, por lo tanto en la llanura haría el doble de frío. A medida que pedaleaba iba apreciando esa tristeza que ruge por la llanura, por prados vacíos, por cultivos helados. Esa tristeza que es bella cuando en la soledad te sumerges, cuando la niebla te oculta el final, y solo te das cuenta de que has de seguir. Seguir sigues por caminos en los que por instinto te adentras, caminos alejados de la vulgaridad de las carreteras. Pasas por cultivos, todo helado, apenas hay vida, solo algún ruiseñor acurrucado entre las hierbas, todas ellas blanquecinas por la helada del momento. Pasas por aquellos desiertos, y tu camino se adentra por no menos numerosas hileras de árboles entre las que viejas fábricas ya mudas, se esconden. Sientes un frío que trata de arrollarte con cada pedalada que das, empiezas a dejar de sentir a los pies, las manos se te agarrotan, y sientes como si algo, una sensación extraña que te empieza a pelar todo tu cuerpo. Sientes como si te fueran despellejando de todo lo que te configura como persona, te vuelves salvaje. Y derrepente ese frío tan horrendo, ese cansancio, sensaciones tanto desagradables para cualquier persona de la ciudad, se te empiezan a ser placenteras, comienzas a disfrutar con la soledad y el sufrimiento, dejas de ser persona y te vuelves como el medio, frío pero a la vez humano. Solo piensas en seguir pedaleando, hasta que el infinito abraces. No ves más allá de la niebla, pero gozas.

Vas pasando por los pueblos, espectros de edificios que configuran calles por las que en un tiempo existió la vida, el gentío y la felicidad de la Patria mundana pero alegre y sencilla. Apenas hay gente, te sientes parte de ese espectro y prosigues tu viaje hacia lo incierto. Hasta que llega un momento en el que decides pensar, y digo decides pensar porque ya te quedan pocas fuerzas, ha sido un accidente que casi te cuesta la vida, una recuperación que solo la has realizado porque tu con cada paso que dabas sentías mil dolores, pero sin embargo seguiste. Ahora tras cuatro meses, decides ponerte a prueba, y cuando ya te sientes cansado, tienes un frío horroroso, y encima para colmo de males a posta, no te has llevado nada de comida...Consuelo solo te queda, el de liarte un cigarrillo, aunque tarea no fácil es, tiemblan tus manos y no queráis saber lectores lo costoso que es liartelo, a saber la de veces que se me iria al suelo del tiriteo. Pero al final te lo terminas por liar y sentado, con plena niebla y pleno frio, comienzas a fumar, alejado de la mierda de la civilización de tu tiempo, alejado de las banalidades de la vida cotidiana, de aquella convivencia basada en el engaño y en la mentira de las sociedades de nuestro tiempo. Dirán que fumar es malo, no se niega, pero en mitad de la tempestad, a veces, un cigarrito es como una taza de tila, una forma de gozar tu mismo mientras el hombre que llevas en ti emerge, mientras esa furia de titán comienza a despertar en tu ser, y por los dioses, te incita a rebelarte contra el mundo. Es algo que no se habla en conversaciones de bachata, a todo el mundo se le llena la boca con eso, sin embargo, son pocos los que nos atrevemos a hacerlo, a aceptar el desafío de los dioses, a luchar contra nosotros mismos, pues amamos la tragedia como alguien me dijo que era a lo que pertenecía. No nos importa morir congelados de frío, ni morir solos por tratar de avanzar hasta el final, es más, para nosotros, esa muerte es una muerte gloriosa, una muerte por la libertad. Porque el gran hombre al igual que la gran mujer, no se hallan en el pueblo, se hallan cuando en su soledad luchan contra la verdad y buscan ser ellos la verdad, ser creadores y destructores de su destino. Ahí reside dios, el alma eterna que espera a ser absorbida por el ser.

Fumado el cigarrillo, decidí con pena darme la vuelta y fue un calvario. Calvario porque ya apenas tenía energías, tenía frío y llega un momento en el que todo se te hace muy poco soporífero, pero sabes que has de seguir, te queden treinta y tantos kilómetros, como si te quedan cien, has de seguir. Y es ahí cuando comienza el verdadero camino, al frío se le suma el agotamiento, la tortuosa vuelta en la que te cuando finalizas un camino siempre has de apañartelas entre el barro y las charcas heladas para buscar otros que puedan conducirte a tu destino. La orientación es básica, y sin saberlo, guiándote por tu instinto. Cada pedal es una tortura, miras al horizonte y no ves nada, no puedes más, lloras pero no te puedes rendir, y no porque te llamen cobarde si lo cuentas, sino porque es tu honor como persona el que esta en juego. Pero lo más interesante en todo esto, es que pierdes la esperanza, dejas de creer en que llegarás a tu casa y estarás calentito y te repondrás. Eso lo olvidas, piensas que nunca llegarás, que en algún momento caerás y ahí helado y cansado te quedarás. Pero en ese momento piensas que alguien si vas a alguna casa pasando por los pueblos, te podría dar algo de alimento, unas migajas de pan tal vez, pero no, te niegas a ello, tu has asumido lo que te podría pasar, y obras como tal, luchando frente al destino por tus propios medios, en esta causa solo tu estás involucrado y como tal, así obras.

Por fin te vas adentrando en las afueras de la ciudad, miras por última vez al Sol que ya ha comenzado a brillar en su plenitud desde hace un rato. El Sol te alumbra, alumbra tu rostro y los dioses te dan fuerzas, te sientes vivo, sabes que has sufrido bastante y que todavía te queda otro tanto, pero al sentirte iluminado por sus rayos, te sientes fuerte y sientes a la vida, a la virtud sobre ti. En tu regreso vas pasando por el mundo de las sombras, es decir, por la ciudad y sus habitantes, te sientes diferente, te sientes superior a ellos pero no por superior como tal sobre ellos, sino sobre ti mismo. Sientes indiferencia, tu ya has trazado tu camino, te sientes un salvaje, un pagano, como si a la vieja usanza en vez de en una bici, galoparas por las llanuras de tu Patria a caballo, y al ver a tu pueblo tus sentimientos fueran tuyos y no sintieses esa necesidad que ellos sienten de ser otros, de ser repeticiones de los demás. Y al final llegas a tu casa, todo te tiembla al cambiar de temperatura entre tu hogar y el exterior, te cambias de ropa, una duchita, una buena pizza y un cigarrito. Tu has pasado esta primera prueba, ahora sabes que otras como a Heracles te vendrán, y sabes que no habrá rendición, aunque cuando en las siguientes te pierdas en la montaña y sientas que tu cuerpo se rinde, tu alma se rebelará contra todo ello, y nunca, nunca retrocederá, en tal caso preferirá morir por la libertad.

Dado que puede que no vuelva a escribir hasta pasado el día 24, dedico este artículo a todos aquellos y aquellas, lectores y lectoras que me leéis. Vosotros, vuestras visitas y algunos comentarios agradeciendome tal labor, hacen que seais la causa por la que en mi sinceridad os exponga mis pensamientos y reflexiones como forma de incitaros a vosotros y a vosotras en vuestro viaje y en vuestra lucha interior. A todos vosotros y vosotras os deseo un feliz solsticio de invierno y que los dioses os den prosperidad en el ahora y en el mañana. Para los demás que creéis en otras religiones desearos lo mismo, pero sobre todo, que os améis por encima de las ideologías y las religiones a vosotros mismos y por supuesto, que seáis felices a vuestra manera. Pues a todos vosotros en estos días sagrados como pagano, os dedico cada palabra mía, hermanos míos, que la gloria sea con vosotros.



Un saludo.

Alexander Rol Jorge