jueves, 30 de septiembre de 2010

CANTAR A LA DESESPERANZA


En el fragor de la batalla,
bella historia se cuenta,
a nuestros nietos,
¡ahí está nuestro legado,
ahí nuestra lucha!



Mi corazón se entristece,
mis manos ásperas, sangran,
de dolor, por verse solas,
agarrando pedacitos de esperanza,
agarrando semillas de vida,
para un triste futuro,
que nos aguarda.



No sé por qué mi corazón se perdió,
mis ojos lloraron,
en la inmensidad de la batalla,
en la inmensidad de la batalla,
busqué por doquier, aquello
que llaman amor,
busqué por doquier, aquello,
que llaman esperanza,
busqué por doquier, aquello,
que llaman ilusión.



Caminando entre las ruinas,
de lo que fueron palacios de cristal,
la encontré sola, llorando,
sus ojos lloraban sangre,
roto su nácar que la vestía,
me miró y me agarró la mano,
me acarició y se postró en mi hombro…



Caminamos por desiertos de desesperanza,
sus cabellos castaños brillaban con el Sol,
Apolo nos miraba, Apolo huía de la pena,
la noche y el día juntos cubrían nuestros cuerpos,
dormíamos mecidos por las cenizas de los caídos,
el desierto era negro como los luceros de la muerte,
no comíamos, muchas, muchas veces,
palidecíamos de la pena, el lamento del horizonte,
el cielo lloraba púrpura, teñida con los lamentos del Sol,
ella lloraba y yo la abrazaba como aquella perla
que siempre sigue brillando, y nunca palidece,
era mi esperanza, era mi amor,
la razón de mi existencia…



No habrá un mañana sin un pasado,
el futuro no existe,
solo es consuelo para olvidar a la oscuridad de la vida.



No habrá lucha sin su gloria,
la espada es para aquel que la forja,
solo es su armazón para protegerse de la tempestad.



No habrá esperanza sino se lucha,
la paz no existe,
solo es consuelo para seguir caminando…



Tras pasar las tempestades de la vida,
me miró a mis ojos lacrimosos,
con sus suaves manos acarició mi rostro ensuciado
por los restos de mis hermanos,
lloraba de alegría y con la fuerza de su corazón,
me besó y allí enamorados en el desierto,
nos quedamos ella y yo, besándonos,
irradiando amor y paz,
desierto de cenizas…



Todavía queda esperanza,
mi corazón fue testigo de ello,
el incierto nos siguió arropando,
pero seguimos mi amada y yo,
por infinitos océanos de melancolía,
hasta vislumbrar el mar, que arreciaba su brisa
a una pequeña arboleda que todavía,
brillaba…



Y su final es otro cantar,

nuestro cantar de gesta.

En el fragor de la batalla,
bella historia se cuenta,
a nuestros nietos,
¡ahí está nuestro legado,
ahí nuestra lucha!