lunes, 18 de octubre de 2010

UNA NOCHE FRENTE AL ÁRBOL DE LA VIDA


Mirando el otro día al árbol de la vida,
que eterno y fulguroso allí
a los rayos del Sol pacía,
pregunté si existe el amor,
por el contrario, envidia, odio, traición,
por más contrario, falsedad, rencor, engaño.

Contemplé las hojas que como todo
en vida que es nuestra,
se iban cayendo, una tras otra,
el ponto frío azotaba mi rostro,
y tejía la pena su hilillo de oro,
más fino es punteado por bolitas de cristal,
no tuve más respuesta que el frío
que mana como fuente que és,
deste silencio atormentado.

Entonces no comprendí, marché,
me dejé de la mano de los dioses,
guiar con la mirada a la noche cercena,
a mi tiempo, y por momentos,
lo olvidé, más no lo percibí,
y me quedé allí, percibiendo,
recordando a mi sagrada tierra,
es de menester que la nombre,
Galicia tierra querida,
olvidando mi pesadilla, recordando
sueños del Otoño, que más es brillo
más es esperanza,
dorado el mar de nuestro señor Atlas,
que aún se percibe su sufrimiento,
por dar esperanzas a los mortales,
ejemplo de desafío contra lo imposible.

Pasivo me quedé,
suspiré y mis ojos unas lágrimas
en frío cerceno derramaron,
en la noche de los tiempos,
aguardando ese amanecer
que nunca termina de llegar,
y que más sino es en vida,
será en muerte cuando llegué,
y que antes sea mi ethos quien
vea la luz en vida esta,
de ocultos secretos de alma inmortal,
más es virtud ser como ella,
y pueda fundirse mi ser en lo inmenso,
pretiosa vita contingere.