domingo, 5 de diciembre de 2010

EL MANIFIESTO DE LOS TITANES




Escribo para decirle al mundo que no me siento agusto con él, pues no me siento apegado a su forma de ser. Y solo busco y busco, miro a todas partes, me pierdo con los ojos en el firmamento, y divago como un loco, por el mundo de las ideas.

Solo, ante mí, se presenta una existencia angustiosa, atormentada, por la búsqueda de algo de cariño, de algo de paz mediante la cual llagarme a mi mismo, y poder pacer tranquilamente a la sombra de los pinos.

Pero nada de eso se me otorga, porque he nacido en unos tiempos difíciles donde ya no hay lugar para las personas como yo, personas que muy a menudo somos injuriadas y como consecuencia olvidadas. Solo unos pocos y pocas se acercan a nuestro pensamiento, pero cuando nos quieren amar ya es demasiado tarde, nuestras vidas han muerto en la soledad de saber la verdad, y a cambio, haber pagado un alto precio.

Un destino el nuestro que muy pocos y pocas llegan a entender en realidad, una rebeldía contra lo conocido, y un ímpetu por conocer y comprender el mundo que nos rodea, para llegar a un estado, el cual, ni nosotros mismos sabemos lo que nos depara.

Pero es ahí donde se halla el eje de nuestras vidas, en que tenemos sueños por algo más. Algo más con lo que poder articular el mundo y amarlo con todas nuestras fuerzas. Porque estamos hartos, muy cansados de un día a día que se nos presenta tormentoso, sin sentido.

Cuando caminamos por entre aquellas personas a las que consideramos nuestro pueblo, nos sentimos angustiados de no poder ayudarles, dado que ya no nos quieren, nos han olvidado. Por puro goce de la ignorancia, de la esclavitud.

Por ende odiamos para ser odiados, pues su mundo es el nuestro, y ese mundo lo están destrozando. Mediante las religiones y las ideologías ante las cuales el intelecto ha sucumbido, sobre las ruinas de Europa y del mundo, falsos ídolos se han erigido como portadores de una extinta llama que solo arde en nuestros corazones.

Por ello, condenamos a todos aquellos esclavos, al pueblo en general por encadenarse a sí mismo. Pues ni mucho menos se puede comparar el destino de Prometeo con el suyo, Prometeo se encadenó físicamente, pero moralmente se elevó por encima de todo lo habido y por haber. Ese es nuestro destino, encadenarnos físicamente para espiritualmente traer la llama a un pueblo al que despreciamos.

Les traemos la llama porque es un deber hacerlo, un deber para con nosotros mismos, algo que se siente y de lo que muy a menudo queremos arrepentirnos y huir de tal fin, pero no podemos porque somos semi-dioses, héroes mortales condenados a luchar por vivir, eso nos hace diferentes. Además de ello, sabemos que aunque el pueblo sea mayoritariamente imbécil, seguro que dentro de él habrá más hermanos nuestros, por ello, nuestra misión es liberarles de las cadenas de la imbecilidad.

No queremos nada a cambio, no ganamos dinero con ello dado que el dinero es para los ricos físicamente, pobres espiritualmente, se lo pueden quedar. Nosotros preferimos ser pobres o no tener muchos recursos y a cambio ser ricos de espíritu.

Soy joven y sé que gano el silencio, el silencio es la virtud que la masa me concede, pues con el silencio huye de mis palabras por el miedo a saber lo que hay detrás de ellas. Mas si oigo los aplausos, entonces consideraré que mi misión ha fracasado y que me he convertido en pasto de las hienas, que gustosas se reparten el botín de mi cadáver para aparentar algo que no son, personas.

Vivo entre las sombras, ayer salí y caminé por mi pueblo, busqué amor y no lo encontré, pues no tengo esperanzas, no tengo nada dado que me estoy vaciando de todo lo material. Quiero amar y ser amado por el goce de compartír mi vida y transmitir mi esencia a aquella mujer que sepa ver quien soy en realidad. Ello me amarga, pero no marca mi devenir, solo marca mi presente, y por eso me duele, porque me gustaría caminar hacia la montaña con alguien que me quisiera acompañar.

Pero soy Alexander y ya nada del mundo puedo esperar, solo dolor y angustia. Seguiré caminando solo mas otro remedio no tengo. Que me mate el frío, que me muera en el instante, no me importa, pues mi alma tarde o temprano llegará a la cumbre y sentirá algo que pocas almas han experimentado, la libertad.

...