miércoles, 8 de diciembre de 2010

CAPITULO II, LA ANGUSTIA DEL HOMBRE




Me duele el alma,
mas ya no quiero seguir escribiendo,
sin embargo estoy encadenado,
y sin motivos me he quedado,
para seguir pensando,
sobre el por qué debo seguir haciéndolo,
mas no veo otras cosas en la vida,
mas no guardo esperanzas para el mañana.

Mundo que es este de gallos y gallinas,
su cocorotear me agobia, me amarga,
y huyó al pasado, si es que alguna vez,
existió...

Ya no hay sentimientos, ya no hay belleza,
las personas son piedras,
y yo una brizna de hierba que vive entre ellas,
desnuda, al azote de las cuatro estaciones,
sin haberlo pedido, a ellas se somete mi vida,
con resignación soy azotado, mas las espaldas,
me duelen del dolor.

Veo al mundo avanzar, delirio de su tormento,
y me duele el alma al mirar,
y me duele el corazón al saber,
que ya no hay esperanzas,
pues la humanidad, así misma se ha asesinado,
y en su reguero púrpura mis lágrimas se ha llevado,
aquella corriente que nunca cesa,
que extingue todo cuanto a su paso,
se iza para hacer frente a lo incierto,
para luchar por vivir,
frente a regueros que en las orillas de la vida,
mueren...

Las palabras me pregunto si tienen sentido alguno,
si la vida tiene sentido alguno,
si mi existencia tiene sentido alguno,
o solo reflexiono por reflexionar,
como forma de a la muerte hacerla frente,
pensando en único y triste consuelo,
mas ya no creo en el mañana,
y en el fondo tampoco creo en el ahora.

Cierro los ojos y sueño,
cierro los ojos y sueño,
el mundo no es para mí,
yo no soy para él,
soy alma errante,
nada más...

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